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viernes, marzo 29, 2024

Consejeros

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No existe un ser humano ideológicamente neutro ni socialmente insensible o políticamente indolente.  

Por eso, en los asuntos públicos, donde la decisión se antoja similar, el mérito será la honestidad con la que se busquen y encuentren hombres y mujeres en quienes se pueda depositar un patrimonio de confianza, antes, mucho antes, de uno de legalidad, porque se espera que sus actos, permitan legitimidad, certidumbre y concordia. 

Ahora que los diputados y el Presidente de la República buscan, en estos días, cuatro consejeros electorales para el Instituto Nacional Electoral deberían tener presente esta responsabilidad, antes de pensar en la lealtad a una persona o a una organización política.  

Decidir quiénes serán los o las nuevas consejeras electorales exige esta demostración de lealtad a los electores, que no todos son del partido que gobierna, como tampoco, por ser de otros, merecerían sumisión ni olvido.    

La inclusividad primero y la pluralidad en la institución que, hasta ahora, ha sido eficientemente ciudadana, demandan que los nuevos miembros fortalezcan la autonomía legal, la neutralidad ideológica y la plena libertad de acción. 

Coincidimos con ellos que en esta Cuarta Transformación debemos evolucionar de las decisiones partidistas, a las decisiones de Estado. Es tiempo de rechazar fórmulas anteriores que solo buscaban el arreglo entre partidos políticos y la complicidad para los procesos electorales. 

Llevó muchos años construir un organismo que se librara del yugo presidencial que, en muchas ocasiones, intervenía directa o indirectamente en las decisiones de los procesos y procedimientos electorales. 

Llevó muchos años, construir una percepción generalizada en los ciudadanos y ciudadanas de una legitimidad casi perfecta que alejó de todos los actores políticos el fantasma del fraude electoral, que, a decir de los expertos, pasó a mejor vida, porque la promiscuidad fraudulenta llevó a los partidos políticos a una incompetencia colectiva, porque al ser todos sospechosos de fraude electoral, las perversiones en los rellenos o los robos de urnas, los ratones locos, y muchas otras estrategias, neutralizaban sus malintencionados resultados. 

Fue la desconfianza mutua, la que llevó a los partidos políticos a mejorar sus honestidades, pero no han logrado la honestidad suficiente para merecer la confianza ciudadana, que ahora se mantiene en la acción electoral directa, evadiendo una militancia partidista firme y duradera. 

Son los partidos políticos los que deben revisar su pertinencia y efectividad política como actores de interés público y como promotores de las conductas electorales. 

En el INE hay la confianza que los partidos políticos dilapidaron, cuando centraron sus márgenes de competitividad en las tentaciones fraudulentas del día de la elección más allá de la lucha y el contraste de las ideas y proyectos de nación. 

En el INE hay la confianza que permite credibilidad, confianza y aceptación, que otros actores políticos no tienen, porque no se la ganan con sus acciones. 

Nunca como en ese año, el escarnio ha motivado la crítica, más allá de la evaluación honesta, de la gestión del Instituto Nacional Electoral. También los excesos en la furia y la venganza son útiles. Todos, a pesar de su alta dosis de coraje, contribuyen a blindar esta institución, para no caer en las tentaciones de la complacencia hacia una persona o un partido. 

No es inútil este ejercicio, aunque malévolo porque siempre contribuirá a que este organismo ciudadano se mantenga como garante confiable de las decisiones electorales de nuestro país. 

Habrá muchas oportunidades de corrección, siempre, porque sin justificar de antemano, sin pretender que la perfección les asiste a quienes lo dirigen, el INE ha demostrado que merece confianza. 

Hasta ahora, sus decisiones, sus actos y sus resultados han contribuido a la eficiencia social y a la efectividad política que permiten que los electores puedan intervenir con un amplio margen de seguridad. 

Todos sabemos que no es fácil elegir a estos cuatro nuevos consejeros, que se sumarán a los otros cuatro que ya fueron elegidos en el marco de la cuarta transformación y que sumando ocho de los 11 que integran la dirección nacional de INE, deberán mostrar, con mayor razón que antes, su honestidad, su independencia total y su eficiencia para acreditar que en esta Cuarta Transformación las instituciones se transforman para corregir y mejorar eficiencia social. 

Aspiramos como ciudadanos que esta elección de consejeros del INE sea congruente con los objetivos de innovación política de esta transformación y que los nuevos elegidos sean instrumentos de mayor alejamiento de las decisiones gubernamentales, más cercanos a las leyes, que ahora se están modificando, pero al final, leyes que norman su actuación. 

No deseamos regrese el fantasma del fraude, la realidad de cochupo y los acuerdos en lo oscurito.  Queremos consejeros capaces de resistir las influencias que no sean en favor de mayor libertad y confiabilidad de los electores. 

Recordemos a las y los diputados federales, que sus elegidos deberán honrar el espíritu democrático de la Cuarta Transformación, que no miente, no roba, no traiciona, la confianza de los electores. Esto es lo que está en juego en este momento para no destruir, en una decisión legislativa, la total independencia de todo el gobierno y la confianza en INE, que nos ha llevado muchos años construir a los electores.   

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