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viernes, marzo 29, 2024

Liderazgo para los número 1

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En las últimas décadas, hablar de liderazgo se ha convertido en moneda corriente dentro y fuera de las empresas. No es extraño, por tanto, que las instituciones educativas lo incluyan como promesa y estrategia de mercadotecnia: formar líderes emprendedores, líderes con sentido humano, líderes creativos e innovadores. O que simplemente pregunten qué tipo de líder quieres ser. Y es que sí, en una sociedad como la nuestra, hay que formar líderes ya que, por lo general, cuando se necesitan no están donde deberían estar.

Mucha tinta ha corrido sobre el papel para abordar el tema. Desde la teoría del gran hombre y la teoría de los atributos que trataban de identificar las cualidades de los personajes más influyentes de la historia hasta la idea del liderazgo disruptivo que pretende ir más allá de la mejora incremental y la innovación, pasando por el liderazgo situacional que responde a circunstancias que obligan a una persona a hacerse cargo de un equipo y lograr metas, por el liderazgo transformacional que empodera a los colaboradores y provoca un efecto multiplicador y el liderazgo basado en principios que pretende abarcar y equilibrar todas las dimensiones de la vida.

Abundan en Administración los textos académicos con citas de Drucker, Maxwell, Goleman, Covey y Senge, por mencionar a los autores más conocidos. Son tantas las publicaciones que se antoja difícil añadir algo que no se haya dicho. Por otro lado, tanto en el sector público como en el privado se pide que los candidatos a ocupar un puesto sean, entre otras cosas, líderes proactivos, formadores de equipos de alto desempeño, enfocados a resultados (aunque sus tradiciones, políticas y ambientes estén diseñados para inhibir el desarrollo del talento humano en aras del control). Con lo cual quedan claras su necesidad y su importancia.

Al menos tres aspectos del liderazgo son actualmente indiscutibles: 1) el liderazgo no es genético, 2) el liderazgo se aprende y 3) el liderazgo es declinable. Hay quienes pudiendo ser líderes renuncian, desisten, se olvidan de ser con los otros y se obsesionan con el puesto, tratan de imponerse y someter a los demás, se vuelven narcisistas que quieren estar al mando, buscan el dominio a toda costa y se aferran al control; se encierran en su campana o en su cubo de cristal, incapaces de comunicarse se aíslan de los colaboradores, se olvidan de los resultados. Se deteriora rápidamente el ambiente laboral, merma la productividad de la organización, se pierde la motivación… Ejemplos conocerá la lectora, el lector. Y se habrá preguntado por qué no los corren. Sobre el compadrazgo y la grilla hablaremos en otra ocasión.

Lo que quiero compartir es que esta semana leí el libro Liderazgo para los número 1 de Joaquín Sorondo (Paidós 2018), abogado argentino que inició su trayectoria empresarial en Recursos Humanos en Shell Argentina y Sudáfrica. Después de varios proyectos fundó su consultoría. Pienso que volver a leer sobre un tema, de vez en cuando, resulta siempre útil, aunque sean pocas las novedades que se encuentren porque nos permiten tener siempre en mente los aspectos relevantes. Pero en este caso, no se trata sólo de recordar. El libro habla de liderazgo desde la experiencia directiva para quienes están en la dirección. Los que están al frente de la organización. Los número 1. Obviamente no se dice todo, si el autor lo hiciera no sería un buen consultor.

¿Qué sí se dice en Liderazgo para los número 1? Que los líderes no tienen súbditos o empleados a su servicio; los líderes tienen seguidores y están para servir. Que los líderes emocionan e influyen positivamente en su equipo y obtienen juntos los resultados que la organización define como meta. Que los líderes deben aprender “a hablar en público y a escribir correctamente” (p. 32).

Esto no quiere decir que una persona analfabeta no pueda ejercer un determinado liderazgo en circunstancias peculiares, quiere decir —la nota es mía, no de Sorondo— que encontrar en los niveles más altos de las organizaciones, con su correspondiente salario en el tabulador, a gente que no puede coordinar dos oraciones o cantinflea subordinando tantos verbos como le vienen a la mente es, junto con el deterioro ambiental, un indicio claro de que, a pesar de las maravillosas excepciones, la humanidad tiende al absurdo.

Volvamos al libro. Los líderes modelan y convencen con el ejemplo, saben que toda acción u omisión es simbólica. Mantienen una comunicación abierta con sus colaboradores, son honestos y confiables. Hacen visibles en su vida diaria los valores personales y los de la organización. Inspiran. Reconocen y valoran, empoderan y delegan, acompañan. Un líder se rodea de líderes y forma líderes. Es un ser humano que busca del ser humano lo mejor, de ahí que se sostenga en el amor y en una espiritualidad intensa, además del compromiso con la visión de la empresa.

Un líder, si vale decirlo, se ve a sí mismo como equipo. Sabe que no está solo sino ligado a otras personas con las que encuentra compatibilidades personales que implican metas comunes, valores compartidos, una cultura de trabajo. Colegas y colaboradores con los que se puede conversar, construir una identidad corporativa, resolver conflictos y celebrar resultados. Compañeros con los que se puede emprender hallando y siguiendo la pasión, la ambición, la creatividad. Inteligencias que procuran un excelente clima laboral y hacen de su organización el mejor lugar para trabajar, ajustando lo que haya que ajustar y cambiando cuando haya que cambiar.

Ya se dijo antes que todo esto es posible y que el liderazgo se aprende, y esa es una buena noticia. Pero hay quienes se quedan en el camino porque se pierden en la soberbia y la ansiedad, porque en vez de caminar la empresa se encierran en su campana de cristal, porque se rodean de “chupamedias” (aquí diríamos aduladores, agachones, lame botas y otras cosas) o confunden la autoridad con la autocracia. “Los antiguos griegos utilizaban la palabra hybris para describir lo que le ocurría al héroe que, ebrio de éxito y poder, se comportaba como un dios capaz de cualquier cosa”. Desde luego, se incluyen algunas propuestas para lograr el equilibrio personal y evitar la pérdida del sentido. Asimismo, se ofrece un elenco de actitudes y actividades que deben evitarse porque desmotivan a los colaboradores como la escasa visibilidad, las reuniones improductivas o la subutilización de las capacidades del equipo.

Un líder sabe darle significado al trabajo teniendo en cuenta que “uno de los principales motivos de los seres humanos es el logro”, moverse por objetivos, valorar al otro, evaluar los desempeños, mejorar permanentemente, participar y hacer participar a los demás, variar las tareas, interactuar con los demás: “nuestro gran desafío como líderes de la empresa es obtener de las personas aquello que no se compra, aquello que debemos ganar: su entusiasmo, lealtad y compromiso”. Y para ello, tres herramientas indispensables son el feedback, los estudios de clima y las estadísticas.

El liderazgo se aprende día a día, a fuego lento, pero se forja en momentos de crisis, cuando la gente desea señales claras. Del líder se espera que mantenga la calma porque sólo un “estado de tranquilidad nos permite encarar la crisis con inteligencia y paciencia”, que muestre coraje, valentía, que su optimismo produzca esperanza, que escuche y, llegado el momento tome el control. Las crisis se presentan en cualquier momento y en cualquier lugar; sin embargo, la irrupción de la Covid-19 evidenció a mucha gente incapaz de dimensionar el problema e identificar las necesidades de su gente, confundida y con miedo a tomar decisiones, a la expectativa cuando se esperaba que dieran un paso al frente.

El liderazgo se aprende —hay que insistir— siendo líder. La educación formal ayuda, leer sobre liderazgo contribuye. Las habilidades socioemocionales hoy tan llevadas y traídas son fundamentales, sin duda, aunque se nos olvide que su desarrollo dependerá en gran medida de las experiencias vividas en los primeros años. Desde luego, y aunque se dice que “infancia es destino” y que “lo que Juanito no aprende, Juan no lo sabe”, como versa un dicho, lo cierto es que el cerebro es plástico y puede compensar.

A liderar se aprende, sí, aunque también hay que decir que no es fácil porque se requiere disposición para la formación continua, valor para asumir la incertidumbre, el riesgo, el error y la aceptación de la crítica. Después de todo, la clave para llegar a ser el número 1 está en anticiparse: ser el primero en abandonar las conductas que ya no sirven y asumir los comportamientos que los nuevos tiempos requieren.

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