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jueves, abril 25, 2024

El Sonido del Silencio

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“Dentro del sonido del silencio, en agitados sueños, yo caminaba solo

 […] y la gente se inclinó y rezó al dios de neón que habían construido”

                         De la canción The Sound of Silence, de Simon & Garfunkel

 

Esta canción, escrita por Simon & Garfunkel a mediados de los años 60 y vuelta a grabar, de manera excepcional por el grupo de rock Disturbed, hace unos siete años, me hizo reflexionar.

Existen dos grandes perspectivas sobre el silencio. Opuestas una a la otra.

El silencio interiorizado, nos lleva a escuchar los sonidos del alma. Es un espacio intenso de reflexión y meditación. Nos puede conducir al encuentro de senderos creativos, de iluminación, de comprensión.

“Cuando logres escuchar el silencio, habrás aprendido el idioma del alma” Lao Tse.

Percibir la sonoridad del Espíritu en nuestro yo interno, conduce a un despertar de conciencia. Caminos virtuosos nos depara el destino si tenemos la fortaleza de hacer del silencio, nuestro aliado.

Desarrollar la habilidad de escuchar y observar sin enjuiciar es una de las formas más altas de inteligencia, según Krishnamurti.

En el espacio del silencio, se abre la posibilidad de sentir el vacío existencial. Y con ello ponderar y valorar la existencia.

Escuchar lo que no se oye.

Desde una profunda serenidad interior, la sabiduría llega a emerger como un concierto magistral de Beethoven. Con fuerza y armonía.

El entendimiento pleno del silencio interior nos conduce a penetrar en lo trascendente.

Como escribió Antoine de Saint-Exupéry, en su Principito: “Lo esencial es invisible para los ojos”. También, lo esencial es insonoro para los oídos.

Las violentas tormentas de nuestra corta existencia; los impetuosos oleajes en nuestro fugaz viaje, hallarán un mar de paz y claridad en la quietud y el silencio de nuestra conciencia.

Es necesario aprender a convivir con el silencio. Abrazarlo y convertirlo en nuestro compañero. Es básico. Fundamental para el crecimiento personal.

“Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”, concluiría William Shakespeare.

“Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que tu silencio”, reza un viejo proverbio hindú.

La sabiduría del silencio forja mentes despiertas. Desarrolla espíritus estoicos y armoniosos.

Sin embargo, como lo dijera Miguel de Unamuno: “El silencio es también la peor mentira”.

Esta estrofa de la canción de Simon & Garfunkel, nos refiere precisamente a la terrible indiferencia de nuestra sociedad.

Gente hablando sin conversar,
Gente oyendo sin escuchar.
Gente escribiendo canciones que las voces jamás compartirán.
Y nadie osó molestar a los sonidos del silencio.

“Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”, expresaba Martin Luther King ante el cúmulo de infamias cometidas ante nuestros hermanos de color.

En la actualidad, siguen existiendo silencios tremendamente dolosos y dolorosos. Las injusticias y vejaciones de una gran parte de la población. La mala distribución de la riqueza planetaria. La soledad de los viejos, los abusos ante las mujeres, el abandono a los niños, el maltrato a los animales…

Necesitamos hacer uso de la sabiduría del silencio para despertar y ayudar a que nuestra existencia en este planeta se vuelva más humana. Más consciente de nuestra irrefutable realidad.

Todos requerimos del silencio. Todos estamos conectados, finalmente.

En estos tiempos de tantas mentiras y bombardeos mediáticos, nuestros gobernantes y líderes requieren de una cura de silencio para que se abran a escuchar y a percibir las verdaderas necesidades de sus pueblos.

También, cada uno de nosotros, como seres y ciudadanos, necesitamos apalear a la indiferencia del flemático silencio.

Ese que ahoga a las malditas injusticias; que ignora al dolor incomprendido. Ese que mira hacia otro lado cuando se habla de participación. Ese que huye cuando se habla de las inequitativas desigualdades. Aquél que encubre a la amarga desolación.

Necesitamos sacudirnos el silencio cómplice que habita a nuestro alrededor.

El de una sociedad que mira con desprecio a la solidaridad;

Que observa con pereza a la compasión.

El silencio partícipe de una comunidad que estruja con frialdad a la justicia;

Que oprime aburrida a la fraternidad.

El silencio encubridor de una humanidad que abraza fastidiosamente a la empatía;

Y que saluda con tibieza a la libertad.

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