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jueves, abril 25, 2024

Facundo Rosas y su expediente entintado con sangre

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Facundo N., el segundo exsecretario de Seguridad del morenovallismo en Puebla, es paradigma de la impunidad y la decadencia sistémica del país, en el pasado reciente. O lo fue, hasta el jueves pasado, cuando lo alcanzó el negro expediente que arrastra desde por lo menos 2012. Desde ese día duerme en el Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) Número 11, de alta seguridad, en Hermosillo, Sonora.

Literalmente el también excomisionado de la Policía Federal y mano ejecutora del extitular de Seguridad Pública federal, en el sexenio calderonista, Genaro García Luna –preso desde el 10 de diciembre de 2019, en Estados Unidos por sus presuntas ligas con el narcotráfico–, tiene un expediente entintado con sangre.

Vivió muchos meses de impunidad, por lo menos desde diciembre de 2019, cuando se llamó a cuentas a los exfuncionarios presuntos responsables de la operación Rápido y Furioso, que introdujo más de 2 mil 500 armas estadounidenses al país, que terminaron en manos del Cártel de Sinaloa, y que lo tienen hoy detenido en Sonora, a donde fue llevado tras el atropellamiento y muerte que provocó a una mujer en la Ciudad de México.

Sólo se puede entender que estuviera tan tranquilo, incluso escribiendo cotidianamente artículos para el portal poblano de noticias e-consulta, sin un manto de protección que lo cobijó de la larga estela de presuntos delitos que arrastra, al menos, desde la última década.

El también bautizado –por el periodista Alejandro Mondragón– como El Carnicero de Chalchihuapan es sinónimo inevitable de escándalo, luto, presunta criminalidad y dolor para muchas familias.

En su historial, el exsecretario de Seguridad Pública (SSP) del finado Rafael Moreno Valle Rosas, hombre de su confianza y a quien protegió desde el Senado de la República, acumuló episodios tan desafortunados, que lo pintan como salido de una película, en la que es el malhechor protagonista.

Permítame el acucioso auditorio de Hipócrita Lector, citarme –sin afán de chocantería– con una columna que se publicó, bajo mi firma, el pasado 21 de febrero de 2021.

Facundo lleva encima una serie de denuncias que lo ponen al borde de graves procesos. No solamente por su relación denunciada públicamente, por ejemplo, con grupos del narcotráfico; por los operativos trasnacionales ilegales, como Rápido y Furioso; por la muerte de estudiantes en Guerrero y el niño de Chalchihuapan, por citar algunos casos.

Es él paradigma de la impunidad y en símbolo del régimen pasado, de todos sus pecados y de toda su corrupción.

Antes de su llegada a Puebla, para convertirse en el policía negro de Moreno Valle Rosas, ya traía en su conciencia, si es que la tiene, la muerte de dos estudiantes, en un operativo que él, entonces como comisionado general de la Policía Federal, instruyó con saña y exceso de fuerza, el 12 de diciembre de 2011, para desalojar de la Autopista del Sol a normalistas de Ayotzinapa.

Era el último año del aciago tiempo del calderonismo. A pesar de la intervención de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el entonces habitante de Los Pinos, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, protegió a los involucrados, incluido a éste.

Luego fue enviado a Puebla, para desgracia estatal. Aquí, fue titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Rafael y ha sido acusado de formar parte de una red de policías coludidos con delincuentes, principalmente en el robo de combustible.

Dos de sus subalternos tuvieron por ello procesos que los llevaron a la cárcel.

Pero está, con mucho dolor todavía, en la memoria histórica de Puebla, el operativo maldito de Chalchihuapan, que ordenó Facundo.

Fue Facundo N. el responsable del desastre de aquel aciago 9 de julio de 2014, cuando agentes de la Policía Estatal, que él comandó a distancia, asesinaron al niño José Luis Tehuatlie Tamayo, y también dejaron heridos, con discapacidades de por vida, a otros de los participantes en una manifestación pacífica que pedía que no les quitaran la Agencia del Registro Civil.

Él ordenó atacar con rabia y desmesura a los manifestantes. El niño de Chalchihuapan recibió en la sien el golpe de muerte de un cilindro de gas lacrimógeno, disparado con torpeza. Ese golpe le arrebató la vida, luego de algunos días de agonía, triste y dolorosa.

Tras analizar el caso, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió una resolución, en la que recomendó al gobernador de Puebla, Moreno Valle Rosas, que iniciara un proceso contra Facundo N. Nada paso. Hace unos días, el policía negro de Rafael presumió que cubrió su delito con el pago de 500 mil pesos.

El exgobernador, hay fuentes que lo aseguran, hasta su muerte lo siguió protegiendo, como coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional (GPPAN) en la Cámara Alta.

Facundo también ha sido acusado de recibir dinero del narcotráfico. La periodista Anabel Hernández denunció que Édgar Valdez Villareal, alias La Barbie, se lo confirmó.

Eso ocurrió, dijo la periodista, en el sexenio de Felipe de Jesús Calderón, otro de los protectores de Facundo.

De regreso a Puebla, no se puede pasar por alto el señalamiento de ser protector de huachicoleros e incluso participar de este delito, cuando se puso al descubierto una extensa red de corrupción, conformada por altos mandos y diversos policías estatales.

No se debe olvidar que, en este caso, fueron los mismos elementos de la Secretaría de Seguridad quienes señalaron que Facundo recibía dinero de estas actividades.

En el recuento de su paso por Puebla, hay que recordar que presentó su renuncia como titular de la SSP morenovallista, luego de que fue detenido, el 14 de julio de 2015, Marco Antonio Estrada López, director de la Policía Estatal de Puebla, por presuntos vínculos con bandas dedicadas al robo de combustible.

Bajo estos escándalos, parece inevitable que el destino de Facundo N. sea un proceso severo, largo, nutrido de acusaciones y, en ulterior camino, la cárcel.

En el peñismo y aún con vida su presunto protector desde el Senado, permaneció impune.

Sin embargo, hoy los tiempos son otros. La Cuarta Transformación (4T) ha ofrecido castigar los crímenes del pasado y, en Puebla, el gobernador Miguel Barbosa ha demostrado que su mano, ni es suave ni está trémula, ante estos casos.

Aquí hoy no se tejen hilos de complicidad.

Hasta aquí la cita.

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