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jueves, febrero 6, 2025

Carlo Pini, el intrépido periodista que deja un legado en los medios de comunicación

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| Juan Carlos Valerio

Con pena me entero esta noche del fallecimiento del periodista Carlo Pini Riobó. 

En las recientes horas he leído de los más serios periodistas poblanos, palabras que lamentan la sensible partida. Hombres y mujeres que compartieron con Carlo las salas de redacción de medios de absoluto respeto nacional y local. 

No quiero pasar por alto escribir mi recuerdo de un compañero que por algunos años fue también un gran amigo y cómplice. 

A inicios de la década de los noventa, Carlo se incorporó al equipo de Tribuna. Don Enrique Montero lo contrató para que formara una nueva redacción para su grupo radiofónico y para que aportara nuevas ideas y nuevas formas. 

Yo era en ese momento el director de operaciones de lo que recibió el efímero nombre de Grupo Promoradio -que terminó por volverse Grupo Tribuna– con cuatro estaciones que recién se habían derivado de la desintegración de Organización Radio Oro 

Carlo y yo teníamos la responsabilidad de generar un equipo joven con una gran encomienda, que no siempre fue agradable a la vista de las entonces ya muy consolidadas generaciones con experiencia. Cosas de la vida: esas generaciones experimentadas y las nuevas terminamos por hacer una fusión entrañable. 

No olvidaré la mañana del 2 de enero de 1994. 

Carlo Pini, el joven periodista, egresado de la Universidad Jesuita, con la formación de auténticos maestros del periodismo, me pide que lo mandemos como enviado especial a los Altos de Chiapas a cubrir en exclusiva para Tribuna el levantamiento zapatista que nos sorprendió a los mexicanos en la borrachera del primer minuto de un 1994 en el que ya nos sentíamos país del primer mundo ante la firma de nuestro primer Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. 

El grupo autorizó la aventura periodística de Carlo. Intrépido, de convicciones muy aferradas, siempre comprometido con escribir “la historia”, ese mismo día partió a Tuxtla Gutiérrez y luego se movió en camionetas de redilas a San Cristóbal.  

Fue de los primerísimos en llegar. Y el que antes que nadie tocó la puerta del campamento de la comandanta Ramona para pedir su autorización para conocer y entrevistar al hombre detrás del pasamontañas, el Subcomandante Marcos. 

 

Su entrevista, impecable, arrebatada, reveladora. Sus crónicas de los días posteriores eran semejantes a la redacción limpia de una novela. 

Pasaron los días y las semanas. 

La efervescencia que provocó el levantamiento zapatista empezó a pasar. 

Me tocó entonces pedirle que regresara. Informarle que ya no había más dinero para su cobertura.  

Sus palabras me recuerdan a los de aquellos que reclaman que no se les corten las alas, las aventuras y las convicciones.  

Acto seguido, fiel a sus ideas, presentó su renuncia a la distancia y permaneció en el campamento al lado de Ramona, Tacho y Marcos.  

Sus crónicas las compraban las agencias de noticias europeas. 

Años después nos reencontramos.  

Siempre admiré de él, su prosa, su sensibilidad, su humor y su calidad como ser humano. 

Abrazo Carlo. Con un enorme recuerdo. 

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