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viernes, abril 19, 2024

Barbosa y las nuevas reglas para la sucesión

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Puebla no vivirá una sucesión adelantada y Miguel Barbosa Huerta lo ha dejado en claro.  

Es más, no solo no habrá adelantados, tampoco tendrá cabida al viejo estilo de hacer política. 

Ese viejo ritual priista setentero y morenovallista en el que todos esperaban la “pinche señal”. 

Una señal que llevaba incluidos al tapado, al delfín, al gallo. 

Un estilo de cortesanos, apariencias e ignominia hacia un “poder máximo”. 

La sucesión, bajo esa lógica, llevaba a grados extremos que columnistas poblanos se devanaban los sesos tratando de dilucidar qué quiso decir el mandatario en turno y quién de los aspirantes cumplía con el perfil.  

Hoy no es así.  

Fiel a su estilo, desde la Sala Juárez de Casa Aguayo, el gobernador de Puebla mandó la clave principal del nuevo juego político.  

Las reglas del nuevo régimen, por decirlo de alguna manera.  

“Mi candidato va a ser el que ponga Morena… nada de andar y que estén jugando que ‘el gobernador Barbosa especula para que pueda ser un candidato’, ‘que ya se reconcilió’ y que no sé qué. No, no, no, esos son razonamientos pueblerinos. ‘Ya se reconcilió y, por lo tanto, puede jugar por un lado y por otro’. No, no, no. No estoy hecho así, no estuve en la política poblana de ese estilo, nunca estuve”, fueron palabras que dejaron zanjado el asunto para quien quiera entenderlo. 

No tendría por qué ser diferente.  

Si algo ha exhibido Miguel Barbosa es la incapacidad del círculo rojo para entenderlo. 

Y no es sencillo entenderlo cuando se viene de un gobierno basado en modelo de negocios, de los pactos de complicidad, la promiscuidad de político que se vuelve empresario y viceversa. Todo -como era natural- a cargo del erario.  

La timorata clase de gerentes que tienen secuestrado al Consejo Coordinador Empresarial no entiende que el gobernador de Puebla no les rinda pleitesía.  

La ultraderecha poblana no cabe en ese esquema y tampoco hace mucho por adaptarse. Por eso grita y patalea.  

Los políticos locales vieron equivocados que la vieja idea de perdón y olvido no existe.  

Hoy hay investigación y cárcel. Antes, complicidad y sobornos. 

Los grupos nacionales de las diferentes expresiones políticas creyeron que podían hacer lo que querían en Puebla. Sin recato ni rubor metieron las manos debajo de la falda de la madrotas locales y proclamaron como suyo un pedazo de la entidad.  

Terminaron mordiendo el polvo. 

Las cosas han cambiado.  

Es verdad lo que dice Miguel Barbosa: su ruta de formación política nunca estuvo relacionada con la vieja forma de hacer política en Puebla. 

Su peregrinar estuvo en la cocina a fuego lento de la política nacional, en donde sus interlocutores eran presidentes de la República, secretarios de Estado, dirigentes nacionales de los partidos, líderes del Congreso de la Unión, gobernadores, embajadores, ministros, los integrantes del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, Carlos Slim, El Güero Larrea, los dinosaurios priistas, los dinosaurios de izquierda y toda la pléyade que conforma la casta política del país.  

Por eso cuando ve la política aldeana no le queda más soltar una expresión, tan popular y tan emblemática, para hacerse entender: ¡No manchen, ya! 

Ayer, Miguel Barbosa dejó en claro que la política pueblerina no tiene cabida, que hasta los periodistas deben modernizarse, actualizarse sobre el ejercicio del poder.  

Fue una forma de llamar a todos a que eleven el nivel.  

Por eso es que, de entrada, dijo frente a los micrófonos que no meterá mano en el proceso de 2024, la sucesión en Casa Aguayo; que su candidato será quien designe Morena y ganará por paliza. 

“¿Quieren que les diga mi predicción?”, preguntó a los reporteros que asisten a su conferencia matutina. “Vamos a ganar, como dijo el presidente López Obrador, por paliza”. 

Y soltó la enigmática frase: “El candidato mío, mío va a ser el que ponga Morena a la gubernatura y en todo el resto de municipios y diputaciones, sin que yo meta o incline nada a favor de alguno de ellos. Imparcialidad, que quede claro cuál es mi posición”. 

El desfile de por la Batalla del 5 de Mayo también ha sido el escenario perfecto para meter en orden al círculo rojo, adicto a la especulación facilona.  

“Quien viene a presidir el desfile -aseveró- es el presidente de la República. No es nuestro invitado, él viene a presidir el desfile porque también es un acto militar, es una parada militar y él es el jefe Supremo de las Fuerzas Armadas del país. 

“Eso de que si se sienta uno cerca ya tiene futurismo político, ¡no manchen, ya! Por ahí escribieron una columna de un amigo mío: ‘Que si Nacho Mier se sienta por acá es porque Nacho Mier tiene posibilidades’, ‘Que si Armenta se sienta por este lado, también’, ‘Que si el alcalde se sienta más para allá, también’. No, no, no, ya libérense de esa vieja mentalidad del poder máximo. Hoy no es así, hoy no es así, hoy no es así. ¡Más modernos, por favor! Hasta los periodistas tienen que modernizarse, ¿eh? Todos tienen modernizarse”. 

Y sí, el círculo rojo debe dejar de pensar en el pasado para entender el presente.  

Porque de las palabras del mandatario se desprende que tampoco hay cabida para futurismos. 

Son los nuevos tiempos. 

Son las nuevas reglas. 

Es la nueva sucesión que no se adelantará. 

A pesar de que muchos lo pretendan y exhiban su incapacidad para entender que las cosas ya cambiaron. 

¡No manchen, ya! 

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