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sábado, abril 20, 2024

Morenovallismo recargado

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Eduardo Rivera Pérez y su grupo político demostraron muy rápido que son los herederos del morenovallismo recargado, es decir, una mezcla de panismo-priismo regido por la influencia de su punto de origen: la ultraderecha poblana.

El Yunque entendió muy bien la lección que les propinó el exgobernador. Les quitó su partido, humilló a su cara “bonita”, los doctrinarios terminaron exiliados y los que quisieron sobrevivir no dudaron en irse a hincar ante el nuevo Santo Patrono. Solo muy pocos mostraron dignidad (muy peculiar, por cierto).

Para algunos no tendría nada de malo que Rivera Pérez y la ultraderecha retomen todo aquello que les sirve, aunque hayan sido las reses del pasado. El problema radica en que el alcalde de Puebla no tiene el talento, la genialidad ni los arrojos que el exmandatario; y mucho menos la capacidad para negociar y seducir que tenía el hoy finado.

¿Qué sí tiene Lalo Rivera? Vena autoritaria y presupuesto. Nada más. Algunos le conceden alguna habilidad de liderazgo, pero ya se vio que esa atribución es tan falsa como los billetes de 35 pesos.

El pasado fin de semana, el munícipe y su grupo tuvieron la oportunidad de dar un giro de 180 grados y convertirse en las cabezas responsables de impulsar la transformación del PAN en Puebla. Pudieron incluir a aquellos que consideran una disidencia, generar acuerdos, consensos y equilibrios en la medida de lo posible.

Por el contrario, la definición de los nuevos integrantes de la Comisión Permanente del PAN, uno de los tres órganos más importantes en ese instituto político, se hizo con base al amiguismo y la exclusión. Yunquistas y empleados son mayoría y aquellos que no forman parte de la cofradía tienen un asiento porque los Estatutos así lo definen. De no ser así, su suerte hubiera sido otra.

Este movimiento confirmó que Lalito El Yunquista y sus empleados en el Comité Directivo Estatal no entienden. Al comprobar que el munícipe nunca fue el candidato del epicentro del poder de la 4T, ¿acaso la lógica no indica que el partido se convierte en el único y mejor refugio que se pueda tener?

Todo indica que sí lo entendieron, pero al revés. Me explico:

Al interior del PAN, la mitad de los militantes detesta o no conoce al cachorro del Yunque, tal y como quedó demostrado en la elección para la renovación de la dirigencia estatal. Hay un partido atomizado y enconado. En 2024, Rivera Pérez podrá ganar la candidatura a la gubernatura -su ansioso sueño-, pero será a un costo muy alto por esta condición interna y que sea el abanderado no garantiza que triunfe en las urnas, incluso ni con el apoyo de cartuchos quemados como Jesús Zambrano Grijalva, dirigente nacional del PRD; o Alejandro Alito Moreno, líder nacional del PRI. (Qué duro ha de ser que te quieran más afuera que al interior de tu partido).

En este contexto, la Comisión Permanente era una nueva y muy buena oportunidad para arrancar con la reestructuración partidista. Para construir un nuevo modelo es indispensable entender los tiempos. En el PAN ya se vio que muchos militantes no pretenden cambiar de amo sino dejar de ser perros, pero el ansia autoritaria de los yunquistas aborrece esta idea. ¿Cómo entender el mundo sin Santos Barones y empleados que te obedezcan?

Justo en esa condición es que surge el principal problema de Eduardo Rivera Pérez: no ha dejado de ser un empleado de la ultraderecha. Él es el que da la cara, pero los que mandan son otros. El modelo social gerencial, versión UPAEP, es la tabula rasa que rige el destino que aquellos que viven al amparo del edil.

Como dijeran los abogados, suponiendo sin conceder: aunque Lalo quisiera abrirse a otras expresiones, jugar a la democracia o construir consensos nunca podrá lograrlo porque sus verdaderos patrones no lo permitirían.

La otra opción sería la emancipación, una idea impensable para el alcalde que, como todo buen conservador, le teme a todo, sobre todo al cambio. Una ruptura de esta naturaleza requiere precisamente aquello que Eduardo Rivera no tiene: valentía, liderazgo, coraje, capacidad de diálogo y negociación, así como tener mucha claridad del momento y la circunstancia.

Esto también explica la razón por qué el alcalde observa, calladito como momia, el constante acoso de la ultraderecha gerencial incrustada en las cámaras empresariales y universidades confesionales en contra del gobernador Miguel Barbosa Huerta. La instrucción de ir con todo no corresponde a Rivera Pérez sino a sus patrones del Yunque. Están enojados porque no los dejan hacer el negocio que pensaban, porque tienen enfrente a un mandatario que los ha exhibido en su pequeña condición, que no le espantan ni amedrentan.

La opción del silencio es una forma de aval de Rivera Pérez a sus patrones, a sus aliados y hermanos de cofradía. Con ellos hace su gobierno. O, en su caso más terrible, quien realmente administra los recursos públicos son los hijos de los yunquistas, mientras Lalo hace como que manda. Muy en el fondo, Eduardo Rivera sabe que nunca será un Rodríguez, un Regordosa, un Pellico, un Arrubarena o un Quintana. El munícipe es un Rivera, oriundo de Toluca, y aspira a ser el mejor gerente que las familias custodias podrían tener.

Con todas estas características no queda duda que Lalo El Yunquista es el mejor candidato de Morena para 2024, pues es el más entusiasta destructor del PAN, de la oposición y opciones para el electorado. ¿Cómo estará el caso que el ayuntamiento panista fue acorralada, vilpendiado y exhibido por los antibarbosistas, entre ellos los seguidores de Claudia Rivera Pérez, quien encabezó el peor gobierno municipal del que se tenga memoria?

Y mientras el PAN se pulveriza, la oposición es eclosionada y hay una rápida desilusión política de quien se pensaba que tenía todo para construir un panismo y oposición después del morenovallismo, Eduardo Rivera Pérez sigue jugando a ser Lalo Bachero, Lalo Médico, Lalo Naranjita y demás estupideces que se acumulan día con día.

Origen es destino y Eduardo Rivera puede confirmarlo. Qué rápido demostró que odiaba tanto a Rafael Moreno Valle porque quería ser como él. El problema surge cuando no se tienen las mismas capacidades para lograrlo.

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