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viernes, abril 19, 2024

El apoyo de Augusta a los enemigos de Lalo Rivera

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Las traiciones al interior del grupo político del edil Eduardo Rivera están a la orden del día.  

La más reciente fue protagonizada por Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández, presidenta estatal del PAN, quien pretendió operar en la clandestinidad la destitución de Eduardo Alcántara Montiel de la coordinación de la fracción del PAN en el Congreso del estado, para entregar el cargo a Mónica Rodríguez Della Vecchia, Rafael Micalco Méndez o a Karla Rodríguez. 

Si esos nombres no le dicen nada (no lo culpo, créame), déjeme recordarle su última andanza: Hace unas semanas, Micalco y Mónica decidieron sumarse al grupo de antibarbosista creado por un grupo de militantes de Morena. Fue en la casa de la diputada local Daniela Mier Bañuelos, hija del líder del Grupo Parlamentario de Morena en San Lázaro, Ignacio Mier Velasco, en donde complotaron la estrategia para embestir a las posibles cartas del inquilino de Casa Aguayo rumbo a la elección de gobernador en 2024: Melitón Lozano Pérez, Héctor Sánchez Sánchez y Sergio Salomón Céspedes Peregrina. En ese orden. 

Pero tanto Mónica Rodríguez como Rafael Micalco pusieron a la mesa un nombre más: Eduardo Rivera Pérez.

La asistencia de ambos panistas no fue circunstancial. Los dos responden exclusivamente a las órdenes de Herberto Rodríguez Regordosa, uno de los príncipes de la ultraderecha poblana y que, en los hechos, se ha convertido en el verdadero líder del Consejo Coordinador Empresarial, en donde funge como vicepresidente.  

Su ascendencia no es menor, ya que el hijo de Nineta Regordosa y Heberto Rodríguez Concha ha sido el responsable de crear la estrategia para que las rancias familias yunquistas recuperen el control del PAN y del gobierno municipal. Para eso, necesito sumarse a las protestas de la Universidad de las Américas Puebla, puso al servicio de la familia Jenkins de Landa a los legisladores y figuras destacadas de Acción Nacional y hasta al grupo de gerentes que tienen secuestradas a las cámaras.  

La jugada de Rodríguez Regordosa es sencilla: Impedir que Eduardo Rivera sea el candidato a la gubernatura o repita en la alcaldía en 2024. En esa ruta pretende construir un proyecto en el que lo mismo puede ser beneficiaria su cuñada Mónica Rodríguez, su hermano Pablo Rodríguez y hasta el impresentable de Rafael Micalco. Entre sus objetivos está el bloquear y desbarrancar a todos los posibles aspirantes a la gubernatura y la alcaldía para repartirse entre ellos los cargos. 

Es en ese contexto en que Mónica Rodríguez y Micalco comenzaron su fingida rebeldía en el Congreso del estado. Cómo olvidar que el segundo fue a buscar directamente a Eduardo Rivera para ofrecerse como su operador, a fin de lograr que la bancada panista aprobara el cobro del Derecho de Alumbrado Público. A cambio solicitó dos cosas: la coordinación de la fracción legislativa y agüita para los becerritos.  

Su simple petición provocó el rechazo frontal, aparte de hacerlo coordinador también tenían que ayudarlo para concretar el respaldo. Valiente operador. Enfurecido por el rechazo, Micalco entonces mutó a principal opositor del DAP y, posteriormente, del gobierno del estado.  

El caso Mónica Rodríguez es contrario. Al igual que su esposo Pablo Rodríguez desde el 2020 rompieron abiertamente con Eduardo Rivera, con quien mantenían una alianza política. Sabedores que Genoveva Huerta Villegas traía el control del PAN, el Consejo Estatal y la Comisión Permanente se echaron a sus brazos a cambio de garantizar la reelección de Della Vecchia.  

Luego, la alianza se fortaleció con la contienda para renovar la dirigencia estatal del PAN. Lo que no esperaban era que Augusta Díaz y un sujeto que dice llamarse Marcos Castro, ganarían gracias a la operación impulsada por el propio alcalde de Puebla. Fue una batalla a muerte en la que Mónica y su esposo cayeron en desgracia súbitamente.  

Esa condición los llevó a fraguar lo que más tarde sería el proyecto para que, a través de Herberto Rodríguez, se hicieran del PAN y recuperaran el viejo anhelo de las familias yunquistas de gozar una vez más de las mieles del poder.  

Mónica Rodríguez y Rafael Micalco se entronizaron como la oposición en el PAN y su pugna la llevaron a su bancada en el Congreso local. Fue allí en que el coordinador Eduardo Alcántara Montiel tuvo que hacerles frente y respetar su espacio. No hubo condicionamiento ni rechazo, pero la postura belicosa que ambos asumieron simplemente les cerró las puertas con otras fracciones y en la Junta de Gobierno y Coordinación Política. 

Lo sorprendente de esta trama es que tanto Micalco como Mónica llevaron su pugna al extremo, luego de que se supiera que los diputados locales panistas -salvo ellos- habían asistido a una reunión con el gobernador a Casa Aguayo. Se trató de una visita de cortesía, pero también orientada a impulsar gestiones para sus distritos, unas de las obligaciones de todo legislador. (Me causa mucha risa que haya varios timoratos que se espanten de este tipo de encuentros. Parece que no saben cómo se hace la política). 

Al no ser convocados pusieron el grito en el cielo, pero lo que no dijeron es que se enteraron por la filtración que les hizo la diputada Karla Rodríguez Palacios, quien ya habría sido vetada por su falta de probidad política. Una de las primera medidas fue buscar al reportero consentido del yunque -un columnista que labró su imagen de duro gracias a que era el consentido de la derecha- para pasarle datos del encuentro.  

El par continuó con las insidias y escaló el conflicto. Al acercarse la renovación de la Mesa Directiva, Mónica Rodríguez buscó ingenuamente el respaldo, pero fue rechazada no por su coordinador sino por todos los líderes de las fracciones por carácter rijoso y poco tendiente a crear consensos. Su llegada, además, significaría darle el poder a los antibarbosistas de Morena con quienes mantiene un pacto.  

La legisladora sumó en su inconformidad a Micalco, quien comenzó a presionar a Augusta Díaz para que tomara cartas en el asunto y les compró la idea de que la bancada se encontraba polarizada, no había unión ni existía liderazgo. En ese mismo momento, ambos supieron que la dirigencia estatal del PAN había cedido a sus chantajes.  

Como una primera medida, Augusta entró en contacto con Alcántara para pedirle convocar a una reunión de concordia, lo que era imposible pues el cierre del primer año de la LVI legislatura se llevó a cabo en medio de las pugnas al rojo vivo. Fue por eso que el coordinador decidió aplazar unos días el encuentro.   

Los reclamos y presiones de Mónica Rodríguez continuaron y eso orilló a la presidenta estatal del PAN a saltarse el acuerdo que tenía con su coordinador y convocar ella misma a la reunión. Para lograr la asistencia difundió una mentira: que el encuentro había sido pactado con Alcántara, lo que desató la confirmación de todos los diputados locales. Ante el juego sucio, Alcántara aprovechó para explicar a cada uno de sus compañeros la situación, por lo que al final la mayoría dejó plantada a su líder estatal. 

Como era de esperarse, Augusta entró en cólera y le pidió directamente a Alcántara Montiel que entregara la coordinación pues se retomaría la propuesta de hacerla rotativa. Para tapar cualquier sospecha, la dirigente pretendía ungir a Karla Rodríguez, una mujer sin experiencia y quien carece del oficio para un cargo de esa naturaleza, pero que formaba parte del equipo de Eduardo Rivera. (La diputada fue una de las que más se opuso al DAP como venganza por la falta de apoyo por parte de la Comuna). 

En el encontronazo, Eduardo Alcántara dejó de manifiesto la traición que la dirigente cometía en contra de Eduardo Rivera y que pretendía beneficiar a quienes complotan en su contra para echar abajo su proyecto político. El otro punto que tampoco agradó a Augusta fue que para hacer un movimiento de esa naturaleza necesita del voto mayoritario de los integrantes de la fracción y, para su mala suerte, salvó el trío perverso, el resto está del lado del actual coordinador.  

A los pocos días, la noticia del intento de defenestración llegó al Ayuntamiento de Puebla, en donde se confirmó que ni el alcalde ni sus operadores avalaron o conocieron el movimiento de Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández.  

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