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viernes, marzo 29, 2024

La Tercera Voz 02

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Capítulo 02

 

DOMINGO

Paseando Ella por el bosque de la Malintzi atisba en la punta de un árbol a un pajarito. Ella le dice:

–Pajarito, pajarito, tú que estás tan solito arriba del arbolito dime ¿por qué estás tan grandote?

Con su ronca voz, el animalito alado repara:

–¡PORQUE NO SOY PAJARITO, SOY ZOPILOTE!

Acto seguido se la engulle.

A los pocos días, ya regurgitada, Ella aprende que aquel ser alado no era pajarito y tampoco estaba tan solito, ni tan bonito.

 

MARTES

Ella recibe una llamada de Dallas, de su amiga Mónica.

“La amistad es materia de salvación”, dice, tras la alentadora conversación.

En la tarde acude a tomar un café con su comadre María Eugenia, quien le enseña que eso del “compadrazgo” es algo muy serio, que lo aprendió de los indígenas de la sierra en Tzinacapan. Y en sus euforias y disforias recibe de María Eugenia toda una cátedra de autenticidad. –Me hace falta algo de espiritualidad–, dice Ella. Maru finaliza: “no hay príncipes azules, hay casi azules, entre gris Oxford y azul plúmbago, pero azules definitivamente no. Aliviánate para que distingas de qué color son”.

 

MARTES NOCHE

Aferrada que es a lo que se está yendo para siempre, como es el caso del Pallawatsch, Ella programa ir ese jueves a escuchar Jazz al céntrico sitio. La velada estaría a cargo del Laura de Ita Jazz Quartet, integrado por los extraordinaros músicos Laura de Ita (piano), Diego Rosas (bajo), Matthias Otto (saxofón) y Víctor Illaramendi (batería). Una vez ahí y con la usual media docena de vinos calientes a cuestas, decide que el viernes de la próxima semana volverá a ese lugar para disfrutar el anunciado ensamble de música antigua y así celebrar una defeña visita del pasado muy presente.

 

MIÉRCOLES

Cambios, rupturas. Ella se parte en tres para reconfigurar su vida, encontrar la paz extraviada desde noviembre. Nunca se le ha dado realmente la tecnología. En la nueva villa y con las ansias creciéndole, envía un mensaje desde su celular:

–“Necesito que quites la alfombra, ya coticé el piso. Ángel, ya hay luz”.

Recibe respuesta inmediata de un remitente que se apellida Mondragón, como el periodista, que dice:

–¿Y yo por qué?

Ella responde:

–“Perdón, tengo la vida alrevesada, el mensaje era para

Ángel el albañil”.

–“(ja-ja-já) Me confundiste con tu Maistro”–, textea el periodista.

De ahí se deriva un frenético caudal de mensajes que resultan en amigable encuentro en un café de la Calzada Zavaleta.

 

SÁBADO

Con la libertad a cuestas, ya instalada en la que sería su nueva vida, Ella devana que no hay ser en libertad que no se ate a nuevas cadenas.

 

JUEVES

Ella deambula cerca de la Quinta Luna en Cholula y recuerda las palabras de su abuela; –“Si quieres miel no patees la colmena”. Paz. Quiero paz,– dice.

Esa noche en el bar, entre trago y trago, recibe de manos del autor sus dos más recientes creaciones literarias: Un Ángel y su Mirada Hipócrita y, El Colegio de la Nena es Excesivamente Caro. El primero, una delicia a la lectura; de portada bellísima. Al hojear el segundo, encuentra un hoja escrita a mano que capta su atención y lee:

 

Pero

I
Voy hacia tu cuerpo.
Pero
pero
un viento ha cerrado la ventana y ha
roto los cristales de tus labios endurecidos.

II
Digo que voy a tomar tu cuerpo.
Pero
pero
me distrae la avecilla del vecino que
me mira desde su balcón y deja en los
vientos volar tres pensamientos.

III
Me digo ah tu cuerpo,
pero
pero
sólo me dejas mirarlo tras aquellas
rejas que fueron pintadas para la tarde
última de noviembre.

IV
Me dices aquí está mi cuerpo
pero
pero
lo ocultas destrás de ese espejo que
sólo refleja las sombras de las manos en
penumbra.

V
Y digo mírame en tu cuerpo
pero
pero
te acuestas toda y me dices que te diga
dónde hemos guardado la almohada que compramos en Atlixco una tarde de un día
después del domingo.

VI
Eso quiero ver de tu cuerpo,
pero
pero
dices que ya no es hora o que la nube
está a punto de escribir una lluvia que no
baja porque su agua está pintada con
crayones de dos minutos

VII
Déjame un lugar en tu cuerpo,
pero
pero
no en ese sitio donde los gritos son
silenciados o donde los murmullos son
pausas tibias que sangran cada noche de
los jueves.

VIII
Estoy en ese cuerpo
pero
pero
no quiero decirme adiós ni imaginarme
en una balsa del océano que no se
dibuja en los mapas.

IX
Me detienes en tu cuerpo,
pero
pero
sigo siendo un fugitivo

X
Me adelanto en tu cuerpo
pero
pero
la tarde cae sin
sueños tardíos.

Lo guarda de nuevo en el libro y dice: –“se cree poeta el maldito, cuánta mondonguez”. Sin duda, a Ella no le gustan las metáforas. –Es tan corto el amor pero tan largo el olvido…– escribe Ella de su puño y letra al final del poema.

 

VIERNES

Allí permanecen sentados a la espera de que del cielo caiga el machete de Dios sobre sus cuellos. Atascados de silencio. Fluye, Ella, sin embargo. Y pemite, en la medida de sus posibilidades, que el mundo y sus “problemas” – los problemas de ella – fluyan también. –“Todo se va acomodando”,– recuerda constantemente, –“todo llega a su tiempo. No hay que forzar nada”. Pero es la impaciencia la que sabotea sus frases de aliento, impaciencia que se convierte en ansias, ansias que ofuscan, confunden e inician una fase que sólo puede ser definida como galimatías. No obstante, muy dentro, Ella sabe que el universo está de su lado y que confabula a su favor.

Cerca de la media noche recibe una llamada. Es su amigo Kim que le platica:

–Pues ya decidí que me voy a cambiar de sexo, pero todavía no lo hago. ¿Sabes por qué?

Ella replica: –Vamos Kim, dime ya. ¿Por qué aún no te has cambiado de sexo?

–Pues porque todavía no sé a cual.

Fin de la conversación.

Ella hurga esta vez entre viejos recortes de periódico y otros recuerdos para dar así con lo que promete evadir al San Tafilito de la noche.

 

Caminar Sobre Ella

Lo
único
que
puedo
decir
en
este
momento
es
que
he
caminado
como
nunca
pensando
en
una
mujer.
Es
doloroso
pensar
en
una
mujer.
Pero
en
una
mujer
que
no
se
parece
a
nadie.
Es
doloroso
pensarla
aún
más.
No

si
continuar
caminado
o
seguir
pensando
en
ella.
Pero
en
ella
camino,
ahora
que
me
doy
cuenta.
Camino
en
ella
pensando
sobre
ella.
O
camino
sobre
ella
pensando
en
ella.
De
este
modo
camino
pensando.
Pero
en
ella.
Sobre
ella.
Duele
pensar
si
se
piensa
en
ella.

 

… Los tamaños del silencio, las disparidades del silencio, las inequidades del silencio. El silencio, al igual que el dolor, no da concesión alguna; ambos son despiadados, definitivos, brutales. Ya no lloro. Ya estoy seca.

Ella, antes de quedarse dormida, se mira en el espejo y se dice a sí misma: “soy narcisista, de ahí mi buen gusto”. Esa noche. Ella. Duerme mansamente.

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