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lunes, marzo 18, 2024

La Amante Poblana 6

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Capítulo 6

Incesto: El juego serio

Anais llevaba un diario desde que era adolescente.

Al principio le parecía inútil tomar la libreta y escribir cosas intrascendentes: “hoy vi a Chuchita, hoy comí tal o cual cosa, reprobé historia de México, me fumé los cigarros de mi mamá…”.

Lo abandonaba durante meses; luego releía el contenido y le apenaba que su vida fuera una serie de eventos repetitivos, sin embargo, ¿qué niña de 16 años tiene una vida interesante? Experiencias de una persona ordinaria en un mundo sin mayor hostilidad.

No fue sino hasta que cumplió 17 que un evento marcó el antes y el después en ese archivo en el que todas las páginas pudieron haberse quemado o perdido sin que hubiera consecuencias.

A partir de esa página, Anais cuidaba la libreta como si trajera una granada de fragmentación. Su madre nunca fue una celadora, y respetaba la privacidad de cada uno de los miembros de la casa, pero “el evento” era algo que en la perspectiva de su juventud se antojaba como una amenaza.

 

14 de abril de XXXXX

 

Desde que tengo 13 años me gusta ver a la gente besándose, tal vez porque en mi casa es algo que no pasa seguido. Me daría asco ver a mis papás metiéndose la lengua. Son viejos, fuman demasiado.

Paula, mi mejor amiga, quiere venir a la casa para ver a mi hermano. Le gusta, y no sé por qué. Está lleno de granos y no piensa en otra cosa que en sus juegos de futbol. Paula se besuquea con su primo Diego. Nunca me invita cuando su familia viene de vacaciones. Es envidiosa a veces. En mi casa sólo hay mujeres, y como no quiero ser una tonta que sólo abre la boca y no sabe usar la lengua, beso a Rosy. Es mi prima favorita, me divierte estar con ella; lástima que viva en México y no acá a la vuelta. Siempre le compran perfumes que huelen rico y trae unos zapatos de ultima moda. Qué pena que no me queden.

No sé si a Rosy le guste besarme. A mí me encanta, aunque tiene los dientes demasiado grandes y chupa como si fuera una paleta y me deja la boca roja y entonces me da miedo que los demás se den cuentan que no jugamos al chismógrafo ni voleibol .

Hace un mes nos metimos a bañar juntas y dejé que el piso de la regadera se inundara. Antes sólo nos besábamos y sentía calor en los labios, pero cuando nos echamos en el cubo húmedo ya no sólo eran besos, nos abrazamos y sentí que el calor se me iba para abajo, como si el corazón se me fuera del pecho a la vagina. Me gusta esa sensación, caliente, pero falta algo…

Paula dice que su primo Diego se lleva sus calzones cada vez que se va. Ellos fajan y me da envidia; él tiene pito y mi Rosy no. Rosy y yo intercambiamos los papeles: a veces yo soy el hombre, a veces ella lo es. Prefiero ser yo el hombre, la verdad.

La última vez su mamá casi nos cacha. Entró al baño y nos vio tumbadas.

Nos dijo que Paco, el único primo que tenemos, había llegado al fin. Entonces dejó de interesarme el juego con Rosy. Me vestí y fui a buscar a Paco, que es un idiota, pero era el único hombre que podría fajarme porque los chavos de la escuela están espantosos y sólo buscan a Paula pues tiene unas nalgas enormes. ¡Pendejos todos!

 

17 de abril de XXXXXxxx

 

Encontré a Paco junto a los tinacos. Oí ruidos como de algún animal, pero cuando me acerqué parecían más bien gemidos. Caminé en silencio y vi a mi primo acostado moviendo rápidamente la mano de adelante hacia atrás justo a la altura de la cintura. Noté que en su otra mano sostenía una revista de encueradas. De esas que tiene mi hermano debajo en la base del colchón junto con un bonche de papeles de baño tiesos. Guácala.

Aguanté la respiración. No sé que sentí mientras lo veía, en un momento casi me echo a reír. Se veía ridículo, como si le estuvieran dando ataques. He observado a mi hermano hacer lo mismo y casi me vomito. Con Paco no sentí tanto asco, más bien un calor, el mismo que aparece cuando me baño con Rosy, pero más fuerte. Los latidos casi me estallan y no sé si quería hacerme pipí de los nervios o qué. Sé que esto es algo que no está bien, es prohibido, me matarían si se enteran. Mi primo es más grande. Sería un drama familiar.

Paco se movió un poco y su cosa estaba ahí, dura. ¿Qué onda? Qué feo es el pito de los hombres. Mas feo que en los cuadros o en los monitos de los libros de biología.

Cuando me vio se puso nervioso y me empezó a gritar, pero no podía armar un escándalo. Nos podían cachar y a él le iba a ir peor que a mí. Paco tiene 20 años, yo 17.

Me dijo: Anaís, carajo, ¿qué haces aquí?

Y trató de meterse su cosa dura por el cierre del pantalón, pero no pudo, estaba furioso.

Yo le dije que no pasaba nada, que dejara de gritar, que sólo quería ver.

-¡Vete de acá, pinche chismosa!

-¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?

-Todo de malo, vete o ahorita se me olvida que eres mujer y te agarro de las greñas.

Y no le vayas a decir a mi tío lo que viste, si no yo le digo que fuiste tú la que me andabas persiguiendo.

-No le voy a decir, pero con una condición.

-¿Qué quieres, chamaca pendeja?

-Ver.

-Ver qué.

-Ver cómo lo haces.

A paco se le subió la sangre a la cabeza, yo creo: se puso súper rojo.

-¡Párate ahí!, estás loca. ¡Eres mi prima, idiota! Vete y si quieres acúsame, al fin y al cabo yo me voy mañana.

-No te pongas así. Déjame verte. Deja que LO vea.

-¿Qué quieres ver? En serio, bájate antes de que me olvide que eres mi prima y te parta la cara por metiche.

-No te enojes, sólo quiero ver. Nunca he visto eso, y quiero verlo. Somos primos, no pasa nada. Mi tía me contó que tienes una novia ya. ¿Lo haces con ella? ¿Qué pasa si veo, no pasa nada? No puedo ir de chismosa. ¿No quieres? ¿No te gusto yo también?

 

Paco estaba a punto de empujarme para irse corriendo, pero mientras forcejeaba para correrme, lo agarré de las orejas y le metí la lengua en la boca. Sólo así fue calmándose y me besó también, ¡todo torpe! Luego no sé cómo le hizo, pero me acostó sobre el piso, me levantó la falda, me  bajó los calzones y me metió los dedos. Tuve un poco de pena o  más bien miedo, pero también el corazón seguía ahí palpitando como con Rosy, ¡más fuerte!

Yo no quería nada más que seguir besándolo. No hay nada que me guste –ahora– más que los besos un hombre, aunque me daba nervios ver cómo se torcía y hacia ruidos estúpidos. Parecía que  lo estuvieran matando pero sin dolor; como cuando te pasan una pluma de pichón por el cuello; no te gusta, pero tampoco te duele, y  te da cosquillas, y te quieres zafar, pero también se siente bien.

Fueron tres minutos a lo mucho. Perdimos más tiempo en pelear que en eso, que en hacerlo. De repente levantó su cabeza, que estaba sobre mi pecho. Yo tenía una baba pegajosa y asquerosa en la panza. Lo empujé. Me había metido los dedos y luego un poco del pito, aunque no entró bien. No sentí nada que no hubiera sentido en el piso mojado con Rosy. No le dije nada. No tenía nada qué decirle. Me gustaron sus besos, pero lo demás me pareció raro. Nada para volverse loco o para querer repetirlo.

Lo empujé más y se levantó como enojado, o más bien asustado. Se acomodó los pantalones, y vi que estaba medio llorando. No entendía por qué lloraba, yo quise que me besara y me fajara y se me encimara.

Cuando le pregunté qué le pasaba, se agarró la cabeza y me dijo: “para qué subiste. Soy más grande que tú, soy tu primo y si alguien se entera me matan. Mi tío me agarra a palazos, me corta los huevos. Tú debes seguir jugando al chismógrafo o patinar o  esas cosas, ¿qué tienes en la cabeza, pendeja?”.

Y yo me reía. ¿Qué tenía de malo? Era mi primo, era un juego. Un poco más serio, y divertido, aunque ni para tanto.

–Eres una puta. Das asco, ni tetas tienes.

Eso sí que me entristeció. Paco siempre ha sido bueno conmigo, hasta que pasó esto.

¿De verdad es tan grave? No me pareció. Estábamos jugando a ser grandes. Yo estaba jugando a eso, explorando, como jugaba y exploraba con Rosy. Pero a él no le pareció bien. Casi me pega. Se fue furioso para la casa de mis abuelos.

 

18 de abril de xXxxxXXX

 

Paco no me habla. Se fue a casa de la abuela y no quiso verme durante todo el fin de semana. Sólo anoche, mientras cenábamos lo vi, pero él no me peló, ni me dijo “hola”. Comió rápido y se salió con mi hermano a fumar en la azotea.

Me odia. Yo no lo odio. No me gusta más pero no lo odio.

Hoy se fue sin despedirse.

Le metí mis calzones en su chamarra.

Cuando Anais salió del estudio de Fabio, el pintor, fue directo a ese diario que guardaba en una bolsa de tela, junto a los zapatos. Lo abrió buscando esa página. Sabía perfectamente en cuál de las libretas estaba narrado “el evento”. Lo leyó con una mezcla de melancolía y ansiedad.

Porque Paco no la odió por mucho tiempo.

Paco volvió, como todos vuelven, y fue su primer amante.

Siguió siéndolo ocasionalmente hasta el día que mataron a Fernando.

El juego se puso serio.

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