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viernes, marzo 29, 2024

El infantilismo ¿de izquierda?

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Vladimir Ilich “Lenin” (1870-1924) afirmaba en tono de queja que uno de los peores males de la izquierda, era su infantilismo. Siempre dividida, siempre en disputas ideológicas, o ensimismada en campos teóricos y reflexiones, muchas veces, distópicas. Lenin comprendió que más importante que la reflexión —aunque reconoce su carácter sustantivo y primordial— es la acción, en su obra: ¿Qué hacer? Planteó propuestas concretas sobre la organización y agenda política para conformar el partido comunista y así detonar la revolución del proletariado; por ello, no sorprende que le parecieran desesperantes, inmaduras y superficiales las banalidades “pequeñoburguesas” de las facciones de izquierda en Alemania o en Inglaterra, que alejaban de un bloque sólido en contra del capitalismo mundial.  

En el siglo XX esta reflexión permeó y continuó siendo vigente. Mientras los grupos económicos acordaban en torno a sus intereses, la izquierda no lograba consensos ni organización estratégica —salve decir, que la peor adversidad fue la clandestinidad—. En México el primer esfuerzo organizativo se consolidó en 1988 con el Frente Democrático Nacional (FDN) encabezado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, que tuvo por consecuencia la modificación del nombre de Partido Mexicano Socialista (PMS) a Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido en el que convergió la izquierda democrática hasta la creación de Morena en 2014. 

En 2018 como estrategia de coalición amplia se impulsó una alianza con grupos de izquierda y derecha, la misión: acabar con la corrupción, separar al poder económico del político y generar condiciones para que haya justicia y bienestar. Sin embargo, ese propósito se ha desgastado conforme avanza el sexenio, principalmente por las rencillas sectarias de las expresiones políticas internas de morena y el obradorismo. A nivel nacional estas confrontaciones internas están suscitadas por la adelantada sucesión presidencial y en nuestra entidad, por grupos familiares, económicos y de bloques políticos que buscan la gubernatura en 2024: los actores que continúan al frente del gobierno del estado (barbosísimo), el presidente de la mesa directiva del Senado, Alejandro Armenta Mier y su primo, presidente de la Junta de Coordinación Política (JUCOPO) el diputado federal, Ignacio Mier Velazco. 

Lamentablemente, lo que mantiene dividida a la izquierda ya no son las posiciones ideológicas, sino las posiciones de poder. Este es el meollo del asunto, pues la división y el infantilismo, que mejor habría que decir inmadurez por respeto a las infancias, no es exclusivo de Morena y menos aún de la izquierda. Sino una situación generalizada en el sistema pluripartidista mexicano.  

Tan solo en Puebla debemos hablar del PRI de Néstor Camarillo como del PRI de Estefan Chidiac. En el PAN de la expresión aglutinada con el Yunque nacional, y que dirige Eduardo Rivera Pérez, confrontada con el bloque de Genoveva Huerta y las extensiones de Marko Cortés en el panismo poblano (Rafael Micalco).  

Es decir, se ha generalizado en la política mexicana una dinámica sectaria, inmadura, pragmática y convenciera que hace que la partidocracia se encuentre fragmentada, mientras que las expresiones políticas ciudadanas reducidas a posiciones simbólicas, un mal augurio para la salud de nuestra —siempre incipiente— democracia.  

 

Ángel custodio: 

Muchos actores al interior de Morena hablan de “unidad”, sin embargo, con sus actos no hacen otra cosa que perpetuar la división. Incluso desde la burocracia partidista estatal se ha impulsado un pésimo mensaje: “Yo voy con quien gane la encuesta”, es decir, convocan a anular el criterio, a una verticalidad ofensiva y a una dinámica patética que ni siquiera aspira a ser estalinista.  

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