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miércoles, abril 24, 2024

Pensar en blanco y negro

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La polarización a la que están sometidos los partidos políticos en la búsqueda del poder o en la retención del poder, nos lleva al extremo de que ahora sólo se puede pensar en blanco y negro.  

Es el tiempo en que pensar en tonalidades monocromáticas o de grises representa un grave riesgo.  

Lo de hoy es pensar en blanco y negro.  

Para eso están las redes sociales, están los hashtags y están los bots. 

Quien se atreva a salirse de ese guión del blanco y negro es severamente castigado.  

Hay que estar a favor o hay que estar en contra.  

Los partidos políticos, para evadir cualquier otro criterio, piensan en blanco y negro.  

“O estás conmigo, o estás en contra mía”.  

No importa si se trata de un partido de derecha, de centro o de izquierda, siempre se trata de pensar en blanco y negro.  

Esta es una manera secularizada de la lealtad religiosa. 

Es la versión moderna del pensamiento tribal.  

Porque de lo que trata la política actual es la de generar emociones. 

La de producir enojo y descontento. 

La de producir caras agrias y desasosiego. 

La de pintar el fin del mundo en cada tuit o en cada spot. 

Una vez que se logró teñir de ira el mundo entonces continúa la otra cara. 

La de producir una emoción de aliento. 

La de producir esperanza. 

La de producir una emoción próxima a la alegría, pero en mala copia.  

La política se ha vuelto, gracias a la comunicación, a la mercadotecnia y a las redes sociales, en una política polarizante o emociones agrias o de emociones exultantes. 

No se trata de proyectos 

Tampoco se trata de propuestas. 

Mucho menos de soluciones.  

Porque a final de cuentas, todos, o casi todos, o casi siempre, hay que blindar las excepciones, presentan lo mismo sólo con ligeros matices.  

Es la interminable mutación de la democracia en la repetición de discursos y en la clonación de frases, con leves cambios adjetivales.  

Los que odian, lo hacen con hartas ganas. 

Los que aplauden, lo hacen con hartas ganas. 

Un día les toca odiar y otro día les toca aplaudir. 

En este estado de exaltación permanente se desarrolla la política mexicana.  

A final de cuentas el menú que se presenta parece un menú repetido de políticos y políticas que han mostrado su falta de imaginación clonado formas de hacer política.  

No importa de qué partido provengas o si vienes desde abajo o desde arriba lo importante es clonar las prácticas y acciones de los que ya estuvieron en el poder, y darle, quizás una suave variación.  

Por eso, polarizar es mejor que proponer. 

Polarizar es más barato que pensar, organizar, invitar o aceptar la participación.  

Es más, de lo que ya existía, pero con un componente adicional: logremos que las personas extiendan su minuto de odio y vivamos la política de las emociones.  

Total, así permanece oculto todo aquello que nos propusimos cambiar, desmantelar o refuncionalizar, pero ya no se pudo.  

¡Qué viva el optimismo! 

¡Hay que seguir entretenidos con la política polarizante! 

¡Qué todo cambie para que todo siga igual! 

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