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martes, abril 23, 2024

El hipócrita 2024

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Los hipócritas lectores se preparan para el obradorismo del siglo XXI. 

La Cuarta Transformación tiene como principal desafío evitar la ruptura con la selección del candidato o candidata de la Presidencia a la República. 

Este lunes se reunieron por la noche en El Mayor, un restaurante del centro histórico de la ciudad de México con el presidente de la república, gobernadores y aspirantes de Morena a la Presidencia de la República. 

Capitán de una Cuarta Transformación hegemónica, el presidente les expresó sus ideas a los aspirantes y gobernadores, sobre el proceso de selección del 2024 en Morena. 

(Hipócritas lectores del mundo uníos). 

Fundador de Morena, el presidente del partido hegemónico es el equivalente al Gran Elector del partido progresista. 

Sin embargo, Andrés Manuel quiere brincar a las orillas de la historia como un demócrata, en lugar de ser el gran elector. 

(Habrá que esperar si ese paso transicional lo logra el actual gobernante.)   

Andrés Manuel López Obrador quiere eliminar cualquier viso de ruptura en la determinación de la candidata o candidato a la Presidencia por Morena. 

De acuerdo, al periódico El País, López Obrador les ha pedido a los aspirantes a renunciar a sus cargos para que puedan ser medidos en una encuesta que definirá al candidato presidencial del partido hegemónico. 

En entrevista con Ricardo Raphael, el senador Ricardo Monreal, ha señalado que se requieren   distintos tipos de encuestas y no aplicar solamente una encuesta para darle certidumbre a la decisión. 

El domingo, en la ciudad de México Morena va a anunciar las reglas ¿pactadas?, para llevar a cabo la selección de la candidatura presidencial. 

Lo cierto, es que Morena, a pesar del triunfo en el estado de México este domingo, vivirá una situación complicada. 

¿Podrá la izquierda progresista obradorista conducirse democráticamente? 

(Esta idea de que un Partido Político o un Líder va a resolver todo es una creencia falsa. Es una ilusión como cualquier otra ilusión de la política.) 

Entre López Obrador que prometió acabar con el “dedazo”, pero que claramente ha mostrado su preferencia por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, y el deseo de Marcelo Ebrard por ser candidato presidencial, apoyado por distintos grupos políticos, este proceso de transferencia del poder, sino pasa por cauces claramente democráticos, y por reglas claras y definidas, será un pantano. 

Esa fue la causa de extinción del PRD, partido del que fue presidente, Andrés Manuel López Obrador, la incapacidad de sus grupos para llegar a acuerdos políticos claros y a seguir reglas democráticas sin hacer trampa. 

Pero más allá de los intereses de Morena, lo relevante es que a) la decisión sea lo más democrática posible; b) las reglas sean claras y conocidas por todos los participantes; c) la decisión final sea aceptada por todos los aspirantes. 

Porque la manera en que se resuelva esa decisión impactará la manera en que en los estados y en los espacios locales se determinen las candidaturas para el 2024. 

Lo particular va a seguir a lo general. 

De otro modo, lo ganado por Morena en las últimas elecciones se vería contagiado por las disputas entre los grupos políticos. 

El otro gran riesgo para Morena es creer que las elecciones se ganan con “operación política”. 

Para los gobernadores morenistas, venderle a la cúpula partidista esta idea, es de lo más cómodo posible. 

Pero si la Cuarta Transformación quiere seguir vigente debe recordar que fue la gran movilización social entre 2006 y 2018, y si se quiere pensar que tuvo antecedentes en 1988 y en 1968, la que llevó a Morena al triunfo. 

No fueron los gobernadores. 

Esta es una visión pragmática pero miope. 

Porque Morena, aunque la vieja política pragmática del priismo así lo postuló, no requiere ser un partido cupular, con un club de gobernadores que decidan los procesos democráticos. 

Así que, si algunos gobernadores quieren ganar candidaturas para el 2024 ofreciendo el espejismo del acarreo y de la “operación política”, con estas actitudes pragmáticas, están menguando el capital político-social y popular de la Cuarta Transformación. 

Y si la dirigencia de Morena acepta esta lógica podrán ganar las elecciones, pero perderán al partido-movimiento. 

 

LAS EXCUSAS DEL PRI MILLENIAL

Que eleve un salve la oposición. 

Luego de la anunciada derrota del PRI en el Estado de México, los priistas se empezaron a lanzar culpas. 

(En el nerviosismo de la derrota, apareció la dirigencia nacional priista buscando curarse en salud.) 

El Partido que inventó el “fraude electoral”, el “fraude patriótico”, el “ratón loco”, la operación “tamal”, el relleno de urna. 

El Partido que llevaba a los muertos a votar. 

El Partido que organizaba las elecciones desde la Secretaría de Gobernación. 

El Partido que revolucionó la política manteniéndose más de 70 años en el poder en México y luego regresó un ratito gracias a las televisoras y a sus mitos telenovelescos, jura y perjura, que “no perdieron” la elección en el Estado de México, sino que alguien los traicionó. 

El Partido que inventó la “ingeniería electoral” salió a decir que perdieron porque el gober del Estado de México los traicionó. 

Quienes no son demócratas (vengan del partido que sea) cuando pierden una elección buscan a quien echarle la culpa. 

Lo que el manual indica es que un demócrata debe reconocer sus derrotas electorales para que cuando gane, sus adversarios reconozcan sus derrotas. 

Algo así como una regla protocolaria para una democracia de procedimientos.    

a)      El gobernador no operó. 

b)      La gente no salió a votar. 

c)      El oficialismo ganó. 

Lo cierto es que la vieja maquinaria electoral que fue el PRI está desmantelada. Muchos priistas emigraron a otros partidos políticos, y eso es de varios años atrás. 

Desde Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo que fundaron el PRD hasta Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, etc. (Por citar algunos ejemplos de cajón.)   

El PRI de los años noventa y de principios del siglo XXI ha sido un PRI neoliberal. 

Abandonó sus concepciones nacionalistas y de economía cerrada. 

Le quitó al Estado importantes tareas para el desarrollo económico y social. 

El PRI que creó las instituciones, las instituciones de seguridad social, de salud y de educación pública cedió ante las recetas del Banco Mundial y orientó un modelo de desarrollo que acabó con el modelo de pensiones y pulverizó el salario mínimo. 

El PRI se modernizó pasando de ser un viejo partido de Estado a un moderno partido de Estado que implementó como modelo de desarrollo el Neoliberalismo. 

Los pataleos que la actual dirigencia del PRI lanza por la derrota en el Estado de México exhiben su deficiente política para transformarse en un partido de oposición con un proyecto de nación. 

(Una aria cumbianchera para el expartidazo). 

El PRI y Morena, o al menos el viejo PRI y Morena, comparten muchos dogmas partidistas y tienen mucho más en común por sus concepciones nacionalistas y soberanas. 

Pero, el PRI de los millenials priistas, es un PRI parecido al PAN (al PAN neoliberal) que a los dogmas nacionalistas de Lázaro Cárdenas y su política energética nacionalista que expropió la industria petrolera para el desarrollo de la nación. 

Morena es más parecido a ese viejo PRI donde sus dirigentes daban largos discursos y el Estado influía en muchos aspectos de la vida social y política. 

Es la restauración de los conceptos nacionalistas y de una política populista que surge ante los gobiernos fallidos de la derecha neoliberal (PRIAN).   

Los priistas millenials (así como los morenistas millenials) creen, imagina, añoran o suponen que todo está en el algoritmo. 

Los priistas millenials (así como los morenistas millenials) creen, imagina, añoran o suponen que todo está en el neuromarketing y en la neurolingüística o en la neurolingüística o en el neuroacarreo o en el neurodedazo. 

Pero esta camada de neodirigentes y neopolíticos se olvidaron de la lección de Andrés Manuel López Obrador, que es muy sencilla: hay que recorrer el país, hay que recorrer los pueblos, las comunidades y las plazas, durante, algo así como 20 o 30 años, tener a los medios de comunicación en contra, tener a las autoridades electorales en contra, y después regresar una y otra vez a las urnas. 

Ni los millones de pesos para “operar elecciones” (¡qué feas palabras! ¡qué falta de corrección democrática de ese enunciado!) ni los algoritmos hacen ganar a un candidato las elecciones. 

La otra lección, por la menos la del obradorismo del 2018, es que las decisiones electorales son resultado de procesos de desencanto y que la movilización social puede crear otras coordenadas políticas. 

Pero la desaparición (para decirlo de una manera antipoética pero muy política) o la transmutación del PRI no es una panacea. 

No hay soluciones mágicas. 

Sólo hay que entender que el PRI respondía a una realidad concreta del desarrollo del país. Hoy, la dirigencia del PRI debe aprender a leer al país. 

Pero la caída del PRI también significa un reto para el sistema político mexicano. 

Por citar una obviedad, una vez que no haya PRI, ¿contra quién van a despotricar los políticos de Morena? 

Cuando ya nadie se acuerde del PRI, ¿a qué nueva mafia en el poder le echaran la culpa de los males del país?   

El PRI hoy gobierna sólo dos estados de la República. 

Ya lo dijo Dante Delgado, dirigente de Movimiento Ciudadano, “¡No nos vamos a subir al Titanic de Va por México!” 

El PRI de los últimos años no era el PRI del cardenismo, ni tampoco el PRI de las grandes transformaciones y de las instituciones del país. 

El gran engaño colectivo de la derrota del PRI es que el fin del PRI es cómo el inicio de una nueva historia. 

La oposición, lo que hoy es la oposición requiere reinventarse. 

Las últimas declaraciones de sus dirigentes, echándole la culpa a los votantes o echándole la culpa a un gobernador del PRI porque “no operó” son expresiones verbales muy desafortunadas. 

Cada vez que la oposición se expresa así pierde la oportunidad de reposicionarse. 

Si la oposición quiere ser una alternativa a Morena requiere actuar y pensar de manera más radical y más a la izquierda que Morena. 

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