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jueves, marzo 28, 2024

Capulina, la identidad poblana

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Al caminar ahora por la calle 5 de mayo, recién remozada, las figuras de distintos poblanos y personajes distinguidos aparecen en el camino.  

Es un obligado tránsito por ese fantasma nebuloso de la identidad. 

Algunos turistas se detienen a tomarse fotografías con las estatuas de estos personajes de la poblanidad.  

Una poblanidad, si se permite ese término comodín, que lo mismo se cita en los discursos que sirve para vender chiles en nogada.  

Es un producto intangible como cualquier identidad, pero que se resume en dos premisas que parecen agotar lo poblano (si es que ese universal existe): Me río con Capulina y me informo con López Díaz.  

El primer personaje con la que el visitante se encuentra es la del comunicador radiofónico Javier López Díaz.  

La figura del personaje, quizás el comunicador más popular de las últimas décadas en la ciudad, toma un micrófono, como si esperara frente al Woolworth entrevistar al gobernador o gobernadora en turno. 

Las personas se sientan en las bancas donde se encuentran las estatuas y se toman alguna fotografía con los personajes.  

En la plazuela de San Luis aparece la figura de la novelista Elena Garro, quien también cuenta con su estatua. 

Garro es, quizás, la novelista mexicana más relevante del siglo pasado. Su novela Los Recuerdos del Porvenir sigue siendo una novela vigente y muy arriesgada para las lecturas tradicionales.  

Las referencias a Garro en la ciudad de Puebla son escasas. Una placa en la casa donde nació. El auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP lleva el nombre de la escritora.  

Otros personajes que aparecen en el andador 5 de Mayo son Natalia Serdán, frente al mercado de La Victoria; el historiador y cronista, Pedro Ángel Palou; el autor de Las Calles de Puebla, Hugo Leicht; la empresaria Amy Camacho, la Reina Isabel de Portugal, y hasta el “campeón del humorismo blanco”, Capulina, cuyo nombre fue Gaspar Henaine. 

El espacio que se anuncia como un corredor para “la memoria cultural de Puebla y México” exhibe un muestrario de los personajes distinguidos, y se combina el gusto por el humorismo blanco con el guiño a la fundación de Puebla. 

(Desde hace algunos años, he creído que el humorismo blanco no es otra cosa más que materia prima de los estudios culturales e insumo ideológico para la maquinaria nacionalista en turno).  

La muestra estatutaria, además de ser poco ambiciosa en sus referentes estéticos, carece de una narrativa de la memoria. 

¿Qué tienen en común los esfuerzos del historiador orizabeño Pedro Ángel Palou con el humor de Henaine?  

Más cercanía encuentro entre Garro, Leicht, Serdán y Palou, que entre las demás figuras estatuarias. Los saltos cronológicos son evidentes.  

Y quizás, en esa lista, hay contemporáneos que deberían esperar si el pasado del tiempo y la fuerza de la historia los filtra efectivamente en la memoria.  

El wishlist del Charlie Hall parece trazar una frontera entre la república y los ideales liberales, o cortar de tajo, la historia poblana en slices impregnados de la inmediatez.  

Quizás, lo más relevante es que caminar por la 5 de mayo puede transformarse en una procesión entre un antes y un después, y el freeway para cualquier otro destino.  

** 

¿Deben las estatuas formar parte de una narrativa? ¿Son solamente elementos ornamentales? ¿Son elementos representativos del espacio público? ¿Obedecen a una lógica turística? ¿Son los elementos discursivos de las añejas repúblicas para unificar a la nación? 

A mí, en el mundo de los “hubiera”, me hubiera gustado la estatua de Sergio Pitol, novelista oriundo de Puebla, o del dramaturgo Héctor Azar, quien creó las Jornadas Alarconianas y entregó su vida al teatro. Además de haber sido secretario de Cultura de Puebla. 

Confiaba que estuviera también la estatua del escritor o novelista Juan Tovar.  

Y si de personajes poblanos se trata, hubiera sido un acto de justicia hallar las estatuas de los rectores de la Universidad Autónoma de Puebla, el ingeniero Luis Rivera Terrazas o de Alfonso Vélez Pliego, quienes, en los años recientes y durante los gobiernos del viejo PRI, condujeron a la universidad pública, uno anclado en la visión del Partido Comunista, y el otro transitando hacia un espacio más amplio y plural, que fue agotado por el modelo neoliberal. 

Ya de paso una referencia a los escritores del movimiento estridentista. Creo que el concepto del paseo de las estatuas es algo fuzzy. Además, el tratamiento estético debió ser otro, más arrojado, y menos mirando a los noventa. Bueno, si son los noventa de Nevermind de Nirvana, lo acepto. 

Esta lista también contiene omisiones imperdonables. Y como toda wishlist me da la impresión que es excesivamente masculina, parcial y es una antología de buenos deseos. (Cualquier lista es un wishlist subjetivo). 

Lo más valioso de esta intervención a la calle 5 de mayo es que finalmente es transitable. Que uno puede llegar a la plazuela de San Luis, al parque Gutierre de Cetina y luego al convento de Santa Mónica, sentarse en algunas bancas y, por lo menos este domingo por la noche, respirar un poco de aire como lo habrían hecho los antiguos caminantes de las calles de Puebla.  

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