Hay quienes son tragados por los personajes que crean.
Trump, por ejemplo, lleva años siendo deglutido por el suyo.
Noroña es otro caso.
El problema es cuando al paso de los años dejen de ser quienes son y tengan que regresar al cuerpo y a la mente que alguna vez habitaron.
¿Cómo vivirá Trump sus días de expresidente?
¿Cómo será la vida de Noroña una vez que regrese a la vecindad en la que ha pasado la mayor parte de sus días?
Trump, estoy seguro, seguirá gritando y ordenando como si firmara decretos en la Casa Blanca, pero nadie obedecerá sus órdenes.
Para entonces —el mundo es un lugar malvado— Melania se habrá ido con algún amante furtivo y nuestro personaje será atendido por una enfermera negra: una enfermera negra, vieja, y de enorme trasero y voz de Billie Holiday: una enfermera negra que le meterá la papilla por el hocico entre gritos y el sonido de un viejo blues: “Strange fruit”, por ejemplo.
La venganza suele ser amarga para las víctimas.
Trump —el mundo es un lugar hostil— será la víctima reptiliana de una enfermera negra de enorme trasero que lo dejará al sol —en su silla de ruedas— hasta que su piel se dore como un pescado frito.
Lo peor vendrá después: cuando su jardinero mexicano le pase una factura añeja con unas tijeras de podar en las manos callosas: unas manos cultivadas en el trabajo que nadie quiere hacer: las manos de una venganza cocinada a fuego lento.
Es mala idea, pésima, ser tragados por los personajes que las mentes delirantes crean.
Luis Rubiales, por ejemplo, fue deglutido por el personaje que se inventó desde la Presidencia de la Real Federación Española de Futbol.
Cuando se tocó los genitales al celebrar el triunfo de la selección femenil de su país no sabía que en ese momento estaba trazando su futuro.
Tocarse los genitales no está mal.
Lo malo es hacerlo junto a la futura reina de España y su mamá.
Lo malo es hacerlo frente a decenas de miles de espectadores en un estadio de París.
Lo malo es hacerlo y después bajar al templete de premiación y darle un beso en la boca —un inocente pico— a una jugadora llamada Jenni Hermoso.
(La pesadilla que ha vivido Rubiales desde entonces es peor que la de Trump atendido por su enfermera negra y su jardinero mexicano).
El mundo es un lugar malvado, sí, sobre todo para quienes son tragados por los personajes que se crearon un inocente día de primavera.