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sábado, abril 20, 2024

La Científica, el Gobernador y el Filósofo

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Claudia Sheinbaum no es una política común.

Viste como habla y como se maquilla: con mesura.

Su ropa no es de marca.

Apenas usa reloj.

La ausencia de maquillaje es otro de sus signos.

La voz —sin esa marca de agua de los políticos de antes: retórica y cantada— establece también la diferencia.

Sheinbaum es el prototipo de la estudiante de Ciencias de la UNAM.

La cola de caballo —lejos de los centros de estética de Polanco— es otra clave en esta trama.

No parece que sea la jefa de gobierno de la ciudad más poblada del mundo.

Menos aún que tenga un pie en la Presidencia de la República.

Y no se ve que disimule un distanciamiento con el poder tradicional.

Su ausencia de ambición suena auténtica.

Y si no fuera el caso, qué buena actriz de sus emociones es.

En Finlandia o Noruega, o Suecia, es común hallar ese tipo de mujeres dedicadas a la política.

No en México, donde lo normal es el estilo Lily Téllez: gritón y vulgar.

La seriedad de su rostro sólo se pierde, faltaba más, cuando sonríe.

Y cada vez lo hace más a menudo.

Sabe que está en una contienda brutal.

Y mientras los demás recurren a retóricas gastadas, ella, como si fuera maratonista, sigue un paso discreto —sin aceleraciones repentinas— hacia la meta.

Sabe que el sprint se da al final, nunca, jamás, durante las cuestas interminables que abundan, por ejemplo, en maratones como el de Nueva York.

Esa misma Claudia Sheinbaum fue la que llegó a Puebla, el viernes pasado, para conversar públicamente con el filósofo español Fernando Savater en el auditorio del Museo Barroco.

Y ahí confirmó esa dualidad de académica-política.

Como buena científica, desentrañó el discurso de Savater y lo llevó al plano del quehacer gubernamental.

Y dijo cosas con las que, desde su lugar en la primera fila, coincidió el gobernador Miguel Barbosa Huerta.

En particular las relacionadas con el combate a la impunidad.

Posteriormente, en tanto que Savater firmaba ejemplares de su más reciente libro —Ética para empresarios—, el gobernador y la jefa de gobierno conversaron largamente.

Las lecturas políticas son brutales, y abarcan todo.

Digamos que continuaron una conversación que han venido teniendo en los últimos meses.

Si el cuerpo no miente, y no tiene por qué mentir, la charla relajada de ambos estalló en varios momentos en forma de carcajadas.

¿De qué pueden hablar dos gobernantes en la antesala de una elección como la de 2024?

Ambos son morenistas, ambos buscan ganar, ambos buscan afianzar una alianza que ha puesto nerviosos a quienes se sentían dueños —en el más abyecto sentido del patrimonialismo— de las decisiones presidenciales.

La presencia de Claudia Sheinbaum en Puebla —dos veces en menos de una semana— es un clavo ardiendo en el ataúd del conde Drácula.

Y no hay que olvidar cómo —en la maravillosa novela de Bram Stoker— de ese ataúd salieron ratas rabiosas mientras un barco ebrio buscaba llegar al Puerto de Londres.

Oh, dulce Támesis, amansa a quienes cada día qué pasa ven cómo se incendia el edén perdido.

 

Nota Bene 1. En todos los medios, incluido el del diputado Ignacio Mier, se da por hecho que el verdadero líder del Congreso en San Lázaro es Adán Augusto López, quien, por cierto, tiene el don de la ubicuidad.

Y es que lo mismo negocia con los priistas para que avalen la Reforma Electoral del presidente López Obrador —hay quienes juran que ya los dobló—, que instruye a Mario Delgado sobre cómo manejar Morena.

Lo mismo da línea en el Senado, que se pelea y se reconcilia con los gobernadores de oposición.

¿Qué hace Mier en tanto?

Le da una entrevista exclusiva a Víctor Cabrera (risas grabadas) para presumir sobre todo aquello que no hace.

Por ejemplo: negociar con el PRI en San Lázaro.

Tiene tanto tiempo libre que lleva al inútil delegado de Gobernación en Puebla —su valet— a Chichiquila y a Palmarito Tochapan para sensibilizar a los huachicoleros sobre las bondades de la Reforma Electoral.

Paco Ramos se la pasa muy bien, pues la Delegación que maneja —al igual que Mier— tampoco tiene nada que hacer.

 

Nota Bene 2. “Hermano”.

Así llamó Fernando Savater al magistrado Ricardo Velázquez durante su intervención en el Barroco.

Antes del acto, Ricardo estuvo en la charla previa entre el gobernador, el filósofo, la científica y Olivia Salomón, secretaria de Economía, quien tuvo la feliz idea de traer a Savater.

Éste último tuvo un conflicto de salud las horas previas a la presentación que puso en riesgo su asistencia.

Gracias a su temperamento donostiarra —es originario de San Sebastián, en el país Vasco— logró levantarse, salir del hospital, presentarse en el Barroco y viajar al día siguiente a Madrid.

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