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jueves, abril 25, 2024

Sobre la muerte y la vida

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I. Manrique, Yourcenar, Sabines

Jorge Manrique sintió una enorme pena por la muerte de su padre y escribió:

“Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en el mar / que es el morir: / allí van los señoríos / derechos a se acabar y consumir; / allí, los ríos caudales / allí, los otros medianos, / y más chicos; / allegados, son iguales, / los que biben por sus manos y los ricos”.

Jaime Sabines, abrumado también por la muerte de su padre, escribió:

“Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas, / por eso es que este hachazo nos sacude. / Nunca frente a tu muerte nos paramos / a pensar en la muerte, / ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría. / No lo sabemos bien, / pero de pronto llega / un incesante aviso, / una escapada espada de la boca de Dios / que cae y cae lentamente. / Y he aquí que temblamos de miedo, / que nos ahoga el llanto contenido, / que nos aprieta la garganta el miedo”.

Marguerite Yourcenar, en la boca del emperador Adriano, dijo: “Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos”.

 

II. El día de muertos en Mixquic y calaveritas

El primero de noviembre llevé a mi amiga colombiana Karem -que vive en Australia- a Mixquic, con otros amigos, Gaby y Erick. Caminamos a un lado de las tumbas adornadas con cempasúchil, vimos las velas prendidas sobre las lápidas, entramos a la iglesia, observamos huesos sobre un altar, expuestos, como frutas en canasta. Junto a esa muerte, una profusión de vida representada por tacos de carnitas, de birria, pan, atole de champurrado, tejocotes, elotes, esquites, brochetas, insectos, cacahuates, higos y biznagas confitadas. La comida es vida y, como dijo alguien: la prueba de que la comida mexicana es la mejor es que los muertos vienen una vez al año a comer de nuevo. Un mundo liminal, con un pie en la muerte y otro en la vida.

Tiempo de hacer calaveritas.

Va una para los que hacen posible, columnistas y el director, este diario, Hipócrita Lector:

“Estaban todos reunidos / / Zeus Munive con su rayo / Beatriz Meyer, sigilosa / la negra Alejandra con el gran Savater / el gran Fredo, inmarcesible / Tatiana y su plato de lengua / Pepe Hanan y los deportes / esperando a Mario Alberto / para cerrar la edición. / Esa tarde no llegó. / La Parca se aprovechó / de un descuido gastronómico / arak y mole de caderas / fue fatal combinación. / Ahora se quedaron tristes / los hipócritas lectores / ya no encuentran machetitos / ni a su diario favorito”.

 

III. Poemas japoneses a la vida y a la muerte.

De la tristeza a la comida, y de las calaveritas, pasamos a la poesía japonesa y sus haikús:

“Mientras florecen los cerezos / yo me voy marchitando / más no quiero morir” (Raizan).

“En coro cantan / las cigarras. Del sol / la muerte canta” (Seisensui)

“Cigarras de los pinos / cantando (me pregunto: / ¿hasta cuándo? (Issa).

“Cantan las cigarras / ¿Quién podrá sospechar / que a su muerte le cantan?” (Basho)

 

CODA

Lo único cierto, hoy, es que estamos vivos y que algún día seremos polvo, muerte, un recuerdo que permanecerá mientras estén vivos quienes nos recuerdan. De los más grandes, su obra los mantendrá vivos.

Celebremos la vida, riámonos de ella como buenos mexicanos, aprovechemos cada instante fugaz. Quizá, como decía don Pedro Calderón de la Barca, la vida es sueño. Pero es un sueño hermoso…

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