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viernes, marzo 29, 2024

La escritura de la vida 

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La literatura traduce la realidad a nivel simbólico. El símbolo permite una conexión emocional, que el razonamiento lógico no permite. Pero no sólo es emoción, como lo demuestran Shakespeare y Dostoyevsky; la literatura se sumerge en las aguas abisales de la psique para revelarnos el mundo. En esta columna, que aparecerá cada lunes gracias a la generosidad de Mario Alberto Mejía, hablaremos del mundo simbólico que abarca la literatura y el arte. 

 

I.  El problema de las literaturas nacionales 

El mundo está en medio de un conflicto que puede ser equivalente al asesinato de Sarajevo o la invasión nazi a Polonia, que dieron lugar a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial. Estamos pendientes de Ucrania, un país que tiene apenas unas cuantas décadas de vida. 

Pensemos en la literatura inglesa. Está conformada por los ingleses propiamente dichos, pero también por los escoceses (Conan Doyle, Stevenson) y los irlandeses (Joyce, Wilde, Beckett).  

Mi amigo el poeta Víctor Toledo, que vive y enseña en Puebla e hizo su doctorado en letras rusas por allá, vivió una literatura rusa en la que estaba incluido el gran escritor Mijaíl Afanasievich Bulgákov, quien nació en Kiev, Ucrania. Hoy, si alguien fuera a estudiar allá literatura rusa, se encontraría con que este autor ya no forma parte de esa literatura, pero está escrita, sin embargo, en la lengua de Chéjov y de Tolstoi. 

 

II. La literatura de Bulgákov

Bulgákov escribió literatura fantástica, en medio del realismo socialista. A Stalin le gustaba Sholojov, pero no Babel, Gorki, Mandelstam ni Ajmátova (Alberto Ruy Sánchez acaba de publicar una novela sobre esta gran poeta). 

Su obra maestra es El Maestro y Margarita. Una novela compleja, que narra varias historias a la vez. La vida de Joshua Ga-Nozri (Jesucristo), la historia de un escritor –el Maestro– que está escribiendo una novela sobre él y Poncio Pilatos, la llegada del diablo –Messere Voland– con su séquito a Moscú y, al final, como en el Fausto de Goethe, la salvación del Maestro y de su novela (Los manuscritos no se queman) gracias al amor entre él y Margarita.  

Escribió otras obras notables: Corazón de perro, La guardia blanca, La isla púrpura, Morfina, Los huevos fatídicos… 

 

III. Bulgákov y el Poder 

El gran escritor ucraniano se sentía oprimido por Stalin. Su obra La guardia blancafue censurada por el Teatro de Arte de Moscú, comandado por Stanislavsky. Estuvo a punto de emigrar. Un día le llamó Stalin y le preguntó si pensaba irse: le dijo que no, que se quedaba. (Años después le pidió permiso para salir del país unas semanas por vacaciones y el permiso le fue negado). 

Abrumado por esa presión totalitaria, encontró en Molière a su alter ego. El gran dramaturgo francés enfrentó también la mordaza de Luis XIV. Bulgákov se veía a sí mismo como a Moliére, y veía a Stalin como Luis XIV. Por eso escribió una biografía: Vida del señor de Molière y una obra de teatro La conspiración de los hipócritas (Molière).  

Pussy Riot es un colectivo ruso feminista de punk rock que puso sobre la mesa temas como los derechos LGTB, la libertad de expresión y el feminismo. En 2012, por órdenes de Putin, tres mujeres de este grupo fueron arrestadas y acusadas de vandalismo. 

Si Bulgákov nos estuviera viendo –no lo dudo– creo que agregaría a la lista de Luis XIV y Stalin a Vladimir Putin, quien está convencido de que los demás no deben hacer lo que él cree que no deben hacer.  

Gracias, lectores, hasta la próxima entrega.  

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