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jueves, abril 25, 2024

Las tres palabras más peligrosas

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A lo largo de mi experiencia como chef, docente y consultor, he escuchado “las tres palabras más peligrosas”; esas palabras son: “Ya lo sé”. Y, ¿cómo se sabe si se sabe algo? Sencillo: si lo vives, significa que lo sabes. Si no, has oído hablar de ello, has leído sobre ello o hablas de ello, pero lo no sabes. Dicho claramente, si verdaderamente no lo vives, no lo sabes y, es muy probable, que aún te queden cosas por aprender acerca de la cocina, del éxito y de la vida, pues esto no aplica en exclusivo para el quehacer del cocinero, sino que abarca a todos los aspectos de la vida, lo primero es la humildad de saber reconocer cuando algo no se sabe o como diría el afamado chef Jordi Cruz: el que piense que lo sabe todo, se ha equivocado de lugar (…). 

Me encantaría, en esta ocasión, traer a este espacio que nos concita al filósofo Hume, para lo que el hipócrita lector se preguntará ¿qué hace un filósofo en la cocina?; cuando para algunos que se jactan de ser muy “entendidos”, desdeñan de las artes culinarias reduciéndolas al simple hecho de alimentarse. 

El empirismo es una teoría epistemológica que nos dice que todo conocimiento es posible si proviene de la experiencia sensible. 

 

¿Pero quién era Hume? 

David Hume fue un filósofo británico que vivió en Escocia de 1711 a 1776. Es considerado uno de los autores más representativos del empirismo y tuvo mucha influencia en la historia de la Filosofía moderna. Los temas que aborda son mayormente sobre la teoría del conocimiento (epistemología), pero también trata cuestiones como la ética y la estética. 

Así como para Platón, el fundamento del conocimiento estaba en el mudo de las ideas y el pensamiento, para Hume es todo lo contrario, pues lo fundamental es el mundo sensible, el mundo de nuestras precepciones, vivencias y sentimientos. 

Muy de acuerdo con el razonamiento de Hume sobre la forma como conocemos y considerando que está muy apegado a la realidad sobre cómo obtenemos conocimiento en el ámbito de la gastronomía –que es precisamente a través de la experiencia sensible–, pues no creo que a un cocinero le puedas enseñar a preparar un platillo de cocina asiática, por ejemplo, apelando sólo a la imaginación y esperar que cuando le des los ingredientes lo pueda preparar correctamente y con los sabores buscados, creyendo que efectivamente tenemos ideas a priori en nuestro interior. 

Por su parte, la teoría estética de Hume está muy relacionada con su teoría ética, pues para él tanto los juicios morales sobre el bien, como los juicios estéticos sobre la belleza, se fundamentan en los sentimientos que generan en nosotros las acciones y las obras. 

Siendo así, tanto la dimensión ética como la estética en el ser humano se basan en la sensación, la emoción y el sentimiento. Así como el bien y la belleza de las acciones y las obras generan en nosotros un sentimiento ya sea de placer o un sentimiento de dolor en el caso del mal y la fealdad. 

Vista así, la esencia ultima de la belleza sería un sentimiento de placer que se genera en nuestro interior. Por eso nos dice el filósofo escoces que “la belleza de las cosas existe en el espíritu que las contempla”. 

La belleza es así una cuestión personal, una interpretación propia que cada cual hace sobre los hechos, las obras o las acciones que existen a su alrededor. Es por eso que decimos que la estética de Hume es un ejemplo de subjetivismo (ya que la belleza depende de una valoración personal, de unas sensaciones y unos sentimientos individuales). 

Del mismo modo, también podemos decir de la estética de Hume es un ejemplo de materialismo, ya que la esencia de la belleza consiste en algo material, una sensación, una emoción, un sentimiento de placer. 

Pero dado que el tema que nos ocupa en esta ocasión es algo extenso, dejaremos para nuestro próximo encuentro esta mayéutica sobre la belleza de la gastronomía. 

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