|Gustavo I. Reyes Islas*
Si volvemos tiempo atrás descubriremos expresiones orales –algunas veces de carácter poético– de Grecia a la Alta Edad Media, y hasta colarse a la poesía moderna y sus derivados, como el slam poetry. Y es que si el ser se expresa a través de la lengua, la poesía es lenguaje cuyo acontecimiento más puro aparece en el habla. La lengua se materializa, mientras el habla es la conciencia que parece un oscuro sistema de organización de la multiplicidad de las experiencias, o también puede pensarse como un proceso de transubstanciación del mundo a través del signo.
Lo cierto aquí es que todo esto no podría hablarse sin los modernos y vanguardistas, que retaron y rotaron la vieja retórica. Construyeron nuevos conceptos e intentaron una demolición de tradiciones que consideraron arcaicas, o demodés, para la evolución del mundo nuevo, de la vida en las ciudades. Esto se ejemplifica en el poema “Zonas”, de Guillaume Apollinaire, en la traducción de Ulalume González de León publicada por la UNAM.
Esta mañana vi una linda calle de cuyo nombre me he olvidado
Nueva y limpia era el clarín del sol
Los directores los obreros y las hermosas mecanógrafas
Cuatro veces al día por allí pasan de lunes por la
mañana a sábado por la tarde
Tres veces gime la sirena cada mañana
Una campana rabiosa ladra al mediodía
Las leyendas de letreros y paredes
Las placas los anuncios chillan como loros
Me gusta la gracia de esa calle industrial
Que está en París entre la calle Aumont-Thiéville y la avenida des Ternes
En el pasaje Apollinaire escribe viendo pasar los autos y escuchando las conversaciones en algún café del centro de París, capital cultural y literaria, y así como no tardó en ampliarse el proyecto de urbanización mundial, surge la ciudad como un objeto de esta poesía moderna.
Por su parte, en la serie documental “Grass Is Greener”, aparecen testimonios de pequeños clubes donde se congregaban sectores segregados por cuestiones capitales o distinciones político raciales. Los asistentes se reunían principalmente a bailar, tocar jazz, y también se recitaba poesía; era a grosso modo el aglutinamiento, las jams. Cabe mencionar que este sentimiento crece en la posguerra y durante la guerra fría, lo cual es proporcional a la revolución social y contrapunto, desde los años veinte hasta los años sesenta. También se observa la tendencia de la juventud a descubrirse en la expresión artística porque el sentido de la vida pasa por el arte.
Asimismo, en Inglaterra, a finales de los cincuenta, surgen –en oposición a los movimientos pacifistas– movimientos radicales, como el skinhead, caracterizados por una vestimenta específica, en este caso la obrera, identificándose a sí mismos como un sector social de ultraizquierda, de la lucha del proletariado, etc. De hecho, aquí lo interesante es cómo estos movimientos empiezan una tradición nueva, una cultura urbana con todas sus implicaciones, su estética, sus colores, su baile, sus códigos. Las prácticas del cuerpo y de los cuerpos frente a la música en vivo de las bandas formaban una comunidad porque dialogan entre sí la música, el movimiento rítmico y las letras de canciones de los mundos urbanos y alternativos. Es así que, un primer acercamiento nos permite entender al slam como el lugar de encuentro, centro de expresión, un baile que implicaba mover todas las partes del cuerpo al mismo tiempo que uno se va desplazando por el espacio, mosh pit. En su caso, en los Estados Unidos, la población afroamericana, fuera del circuito del canon encontró en las expresiones populares, orales y performáticos, un espacio para comunicarse con sus comunidades. Con una variedad de instrumentos y escenificaciones en donde la voz es protagonista. En su libro, The Cultural Politics of Slam Poetry, Susan B.A. Sommers Millet, plantea que el Slam Poetry abandona los espacios reducidos de la poesía para remediar esta especialización de la poesía con públicos participativos, jóvenes entusiastas y performáticos, en un movimiento que cambió el rostro de la poesía en Estados Unidos.
¿Entonces el original slam es encuentro de movimientos? ¿La danza del proletariado acelerado que sube, baja, corre, se empuja y se devuelve mientras suenan los Sex Pistols?
En los años sesenta y setenta, una creciente población vive experiencias similares, resultantes quizá en su mayoría por el control capital de los poderes políticos. Es durante los años setenta en la costa este de Estados Unidos, donde otra cultura urbana, en la convivencia de grupos marginales nace: el Hip Hop. El Hip Hop surge como un movimiento de intervención pictórica urbana y de baile, (quizá acaso, por esa ya necesidad expresiva del ser y su protesta contra el sistema) un hip y un hop al ritmo del Disc Jockey. Luego, ya durante los setenta y sus finales, la lírica se introduce de nuevo y empieza una revolución diferente. Uno de los representantes de la old school, Afrika Bambatah, habla sobre la cadencia del ejercicio lírico del Hip Hop: el rap. Afrika cuenta que, en un viaje a África, aprende de un grupo de poetas tribales llamados “griots” un ejercicio de composición que consistía en hacer un tipo de poesía hablada-cantada que trataba cuestiones sencillas, bien podía hablar de la separación de un vecino de la calle, como de un rasgo exagerado de la cara de alguien. Así, el rap, habla entonces desde la protesta hasta de tu par de agujetas favoritas, es un ejercicio de expresión noble. Es también una expresión personal de las singularidades.
Será años más tarde, ya consagrada la época dorada del rap y gracias a los medios masivos de información, que esta visión se expande al mundo. Se transmiten por MTV los videos musicales, y su lifestyle. Aunque todo esto se distanció de su origen, preservó una filosofía de respeto e inclusión. Algunos poetas dominaron ambas facetas, la de la globalización y sus implicaciones de adaptación capital, junto con la responsabilidad de la palabra (Tupac Shakur, Jay Z, Mos Def).
Durante 2002 y 2007 a través de la cadena HBO se transmite una serie presentada por Mos Def, bajo el nombre Def Poetry o bien Def Poetry Jam, donde se presenta un formato con actuaciones de poesía en voz alta, rap a capella, poesía, etc, un formato que no había sido masificado antes de esa forma, le da mayor proyección al formato y determina el concepto de sus implicaciones de ejercicio artístico. El concepto jam en ese sentido era anterior a estos artistas, por eso se entiende que en un primer momento el préstamo al hispanohablante se introduzca como “Jam Poetry”.
Jam y Slam son lo mismo en México, porque hay un sustrato social similar a las naciones de nacimiento de esos conceptos. Y aunque las jams preservaron el juego durante la primera década del nuevo siglo, el “slam” está más en la cultura urbana underground mexicana, en el día a día, donde la gran ciudad también parece un gran baile, un slam.
El slam poetry mexicano es un universo diverso, deslocalizado y con muchas voces en la escena. Una recopilación crítica de este mapa lírico se encuentra en eSLAMex. Primera Antología de eSpoken Word Mexicano. En este libro, Rojo Córdova ubica una tradición del slam poetry que refiere a Katia Tirado. Para Rojo Córdova, el slam poetry en México es una poesía performática que pasa lo mismo por los poetas estridentistas que por el poeta jaliciense Ricardo Castillo, autor de El pobrecito señor X, o Jaime López, Lalo Quimixto y Rodrigo Solís. Además, esta poesía tiene raíces en los poetas infrarealistas y hasta en la Poesía en Voz Alta de la Casa del Lago. Pero al ser un campo nuevo y emergente hay una falta de estudios al respecto. El slam poetry mexicano es lo que Marc Kelly, fundador del Poetry Slam en 1986, plantea al resaltar que el slam poetry crea comunidad al fomentar la interacción entre el arte y los públicos que participan evaluando la performatividad de los slammers. Las aportaciones de Kelly han sido fundamentales para el slam poetry ya que los slammers requieren presentar los mejores textos posibles y al mismo tiempo desarrollarlos con intensidad, seguridad y una interpretación que inyecte entusiasmo e interés a los asistentes. Porque es la danza de todos las partes del cuerpo poético. Este cuerpo poético pertenece a la interacción entre lo simbólico, lo lingüístico y lo social para crear esa comunidad que menciona Marc Kelly.
Asimismo, cuando este cuerpo poético se mueve en las calles, en los lugares de ocio y entretenimiento, en los zócalos de las ciudades, en los parques, también muestra una faceta crítica. Porque entre sus temas líricos aparecen, por ejemplo, poemas a la morenitud, categoría antidiscriminatoria para exhibir la diversidad cultural y que reivindica el color de piel, los orígenes populares y proletarios frente a la blanquitud. El slam poetry mexicano también muestra lo podrido del sistema político corrupto, y aborda temas excluidos de la poesía canónica, porque para el canon la poesía sólo remite a los simbólico, y se olvida de lo que sucede en las calles, plazas, transporte público y ciudades del país. Ni los feminicidios ni las desapariciones de personas existen en la poesía canónica.
Es en ese sentido que el slam poetry sí constituye un cuerpo poético que al mismo tiempo que danza y canta lo hace para sectores excluidos, para un público que ha sido invisibilizado, y para la gente que quiere participar del arte, y por eso el slam poetry la vuelve participante como lo hicieron los antiguos rapsodas, los trovadores medievales, del gran baile de la poesía lírica.