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martes, abril 23, 2024

Inglaterra en rolas

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Aprendí a medio hablar inglés oyendo rock, traduciendo obsesivamente (y todavía con diccionario impreso) las letras de Pink Floyd.

El internet era muy arcaico y la conexión pendía de un hilo si alguien en la casa descolgaba el teléfono.

Escuchar el grrriiiiiggrruuuuuuggreeeeggriii antes de que “agarrara el internet” era como esperar a que te llegaran tus boletos al concierto vía Ticket Master por correo postal.

Una maravilla, según yo.

Poco a poco me enamoré de los acentos ingleses. Me gustaba oír a Paul Mc Cartney hablar y se me figuraba que su tonadita era como ir embarrando un betún suave y brillante al pastel.

Tenía una libreta especial para todo el material que iba encontrando de Roger Waters. Era tanta mi fascinación que hacía dibujos de su cara equina y fantaseaba con conocerlo algún día. Y claro que jamás iba a ocurrir. La única vez que pude haberlo topado de cerca, fue hace cinco años, antes de ir a uno de sus conciertos al Foro Sol. Tenía planeado irme a plantar como grupi histérica al hotel St Regis para interceptarlo a su salida; sin embargo, esa tarde me aplasté a comer en el Palm del Intercontinental y acabé hundida en una copa de ginebra, así que brindé por el encuentro que nunca fue y dije: te la pelaste, mi Roger.

Ese encantamiento por el rock inglés me hizo conocer las costumbres y parte de la historia de los británicos. Su amor (algunas veces odio) por la monarquía, sus estrictos y rancios protocolos, etcétera.

Viajar a Londres para estar en el lugar donde germinaron esas bandas era mi sueño, uno que estuvo a punto de cumplirse este año, pero otra vez se me atravesaron varias copas, ahora de vino, y me quedé varada en Madrid. Y también dije: tú te la pierdes, London Bridge.

La vida de la reina Isabel me llamaba la atención porque el absurdo de una monarquía en pleno siglo XXI me llama la atención. No me atrevo a decir que estoy a favor o en contra porque francamente no me afectan los afectos o los desencuentros que se den por allá. Lo único que procuro es estar al tanto.

Sé la importancia de la vida y muerte de la reina, aunque debo decir que su muerte era un espectáculo que me apetecía ver en tiempo real por todo el adoctrinamiento que me metieron en la cabeza las bandas inglesas que se pitorreaban la reina y su casta divina.

Hoy que el Puente de Londres cayó hice una lista de canciones que de alguna u otra manera nos dan un quemón sobre lo que significa ser británico…

Time, de Pink Floyd.

Hanging on in quiet desperation is the English way… The time is gone, the song is over,

thought I’d something more to say.

London Calling, de The Clash.

 

 The ice age is coming, the sun’s zooming in Engines stop running, the wheat is growing thin A nuclear era, but I have no fear

‘Cause London is drowning

I, I live by the rive

 

Waterloo Sunset de The Kinks

But I don’t need no friends As long as I gaze on Waterloo sunset

I am in paradise

A day in the life/ The Beatles

I read the news today, oh boy

Four thousand holes in Blackburn, Lancashire

And though the holes were rather small

They had to count them all

Now they know how many holes it takes to fill the Albert Hall I’d love to turn you on

Grandes rolas que retratan las formas inglesas, que obviamente están íntimamente ligadas al hecho de vivir en una monarquía.

Aunque siendo sincera, cuando me enteré por Twitter que la reina Isabel murió, corrí a mi celular y puse la canción más ladilla sobre los ingleses y sus modus vivendi.

Y claro que no es de un autor británico, sino del gran Frank Zappa.

Strictly Genteel (Estrictamente Gentil)

Lord, have mercy on the people in England,

For the terrible food these people must eat.

And may the lord have mercy on the fate of this movie And God bless the mind of the man in the street.

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