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viernes, abril 19, 2024

Las cerezas de Ciro, un triplete de falacias

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Tragarse una falacia es tan agradable como confundir una pastilla de Pepto Bismol con un caramelo.  

Las falacias no son sencillas de localizar, hasta que las masticas: precisamente ese es su encanto.   

Cuando las engulles y las detectas, se experimenta una satisfacción extraña.  

Es similar a la que sientes cuando, tras repetidas sospechas, descubres que tu pareja te engaña con el tablajero de la colonia.  

O como cuando en medio de una reunión, detectando algunas miradas escépticas, palpas con tu lengua a un frijol rebelde asomándose entre tus incisivos.  

Sí, hay cierto fastidio, cierta vergüenza, cierta humillación y deshonra, pero también una especie de alivio: nuestra molestia no era gratuita.  

Ayer escuché una discusión entre Epigmenio Ibarra y Ciro Gómez Leyva. Ciro parecía estar en una competencia de quién puede cometer más falacias en menos tiempo, y no decepcionó al ejecutar tres en línea. ¡Hat-Trick! 

De acuerdo con cifras oficiales se han registrado más homicidios dolosos en esta administración frente a los primeros cincuenta meses de gobierno de Peña Nieto. Una cifra suficiente para calificar al gobierno de López Obrador como el más desastroso de la historia de México, sostuvo Ciro.  

Sin embargo, olvidó mencionar a la curva ascendente y dramática de violencia que aumentó casi un 190% en el sexenio de Felipe Calderón. Para Ciro ésta era una coincidencia irrelevante. 

 A esta desatinada inferencia se le conoce como Cherry Picking: escoger la información de modo reservado, olvidándose de incluir el cagadero donde se encontró.  

Es como defender que un equipo infantil de soccer le gana a uno de adultos profesionales porque obtuvo más victorias en el año.  

Cuando Epigmenio subrayó lo falaz de apelar a las cifras sin su contexto, Ciro, maestro de la argumentación, respondió apelando al sentimiento, y engoló una frase lapidaria: “Un muerto no es un porcentaje”.  

¡Brillante táctica, Ciro!  Claro, porque las estadísticas son solo números aburridos y tediosos, ¿verdad? Es mejor apelar a las emociones y evitar cualquier análisis racional. 

Un minuto más tarde, Ciro el astuto, capituló y reconsideró la importancia de los números para la evaluación política.  

Pero no ofreció “otros datos”, optó por una táctica mucho más elegante: repetir sus números elevando la voz como si interpretara una ópera de Verdi. 

Por supuesto, ¿quién necesita argumentos cuando puedes gritar y aturdir a tu oponente? A esta estrategia tan refinada se le conoce como falacia Ad Vaculum, y la utilizan los más exquisitos discutidores, como los matones de la escuela.   

Las falacias tienen nombre porque más o menos se conocen sus orígenes, síntomas y consecuencias. Aristóteles las consideraba enfermedades de la razón, susceptibles de combatirse.  

La crítica en los medios debería emplear una retórica sofisticada para demostrar su capacidad de análisis. ¿O sólo por gusto utilizan argumentos que fueron clasificados como defectuosos desde hace dos mil años?   ¿Creen en lo que dicen o buscan estafarnos?   

Cualquier respuesta los deja mal.  

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