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jueves, abril 25, 2024

Un mundo sin los Beatles

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En los años setenta, ya que los Beatles se habían separado, los escuché por primera vez, aunque unos años antes —allá por 1966— un tío mío que usaba un corte a la brush en su cabeza de jíbaro los calificó de hippies, greñudos y depravados. Los odiaba mi tío el Jibarito.

Conocí a los Beatles en el condominio Bancomer de la colonia Sevilla, en la región más transparente del aire que fue alguna vez la Ciudad de México. Fue José Manuel, novio de mi hermana La Nena, quien me puso la primera canción de los Beatles en un aparato de pilas que servía para escuchar discos de 45 revoluciones. La primera canción que puso y que escuché fue Hey, Jude.

Algo en mí se movió para siempre. Esa canción me dijo algo que muy pocas canciones me han llegado a decir. Desde ese día me volví beatlemaniaco. Empecé a escuchar La Hora de los Beatles, en Radio Éxitos, en sus dos emisiones: la una de la tarde y las siete de la noche. Empecé a leer todo sobre los Beatles en las revistas México Canta, Pop y  Dimensión. Me volví experto en John, Paul, George y Ringo. José Manuel y yo hablábamos todo el día de los Beatles. Y cuando al fin dormía, soñaba con sus canciones.

Un domingo en la noche, al paso de los años, vi un documental de los Beatles en el que aparecían cantando All you need is love —rodeados, entre otros, por los Rolling Stones—, y lloré de felicidad.

Ese día supe que los Beatles estarían conmigo toda la vida. No fue así. Al paso del tiempo los fui dejando a un lado, aunque siempre regreso a ellos.

Hace unos días, vía telefónica, hablé con Carlos Chimal y me recomendó una película: Yesterday, de Danny Boyle. Me habló tan entusiasmado de ella que me puse a verla en cuanto pude. No hay que olvidar que, además de ser un autor prolífico y brillante de novelas y cuentos —así como un divulgador científico de primer nivel—, Carlos es autor de un libro de cabecera: Crines. Otras lecturas de rock.

(Por cierto: este martes, Carlos iniciará la publicación de su columna quincenal en Hipócrita Lector hablando, entre otras cosas, de Yesterday).

Vi la película emocionado desde el primer momento. Y la emoción fue subiendo conformé avanzó la trama. Al final, igual que Carlos, derramé unas lágrimas. En ese momento supe que los Beatles seguían vivos en mi corazón y en mi cabeza.

Un personaje femenino dice casi al final que no se imagina el mundo sin los Beatles. Eso es absolutamente cierto. Sus canciones han estado en momentos claves de mi vida. Estuvieron en mi primera borrachera, en mi primer romance adolescente, en mi gabinete de Coyoacán, en mi exilio en Huauchinango, en mi llegada a Puebla, en los nacimientos de mis hijas, en mis viajes, en mi amor más vivo y reciente…

Cuando un imbécil que quería ser John Lennon mató a John Lennon lloré junto con Elsa Susana Castro en ese pequeño piso de Coyoacán. Lloramos, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, durante varias horas. No dejamos de abrazarnos escuchando su música.

No sé qué hubiera sido del mundo sin los Beatles. Sé en cambio qué hubiera sido mi vida sin ellos: una vida triste, sin brillo, lejos del spleen o de la melancolía.

Los Beatles le dieron ese color que me persigue una buena parte del tiempo. Y ese sonido que una vez que subo a mi auto aparece inevitablemente. Gracias a ellos soy un hombre feliz, que, como Lennon lo dice al final de Yesterday, es el equivalente de ser un hombre exitoso.

En estos momentos estoy poniendo un disco de los Beatles para celebrar mi reencuentro con ellos.

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