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jueves, abril 18, 2024

El Leopardo, jefe policiaco de Eduardo Rivera y el desastre en seguridad

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Se llama Alfredo Hernández de Jesús, clave Leopardo y es el jefe policiaco de Eduardo Rivera Pérez.

La secretaria de Seguridad Ciudadana, María del Consuelo Cruz Galindo, es una encargada de relaciones públicas del alcalde para temas de seguridad, pero no tiene estrategia, ni noción alguna en la materia.

Los propios uniformados señalan que El Leopardo es el policía menos indicado para encabezar la corporación.

En 2018, el oficial fue despedido bajo numerosos señalamientos de corrupción, de proteger a bandas de huachicoleros, así como a redes de narcomenudistas.

Ni siquiera Lourdes Rosales lo pudo sostener, pero llegó Lalo Rivera, lo resucitó y lo nombró jefe policiaco.

Tampoco se debe olvidar que una de las primeras acciones del presidente municipal fue retirar las llamadas “ventanas ciudadanas”; un sistema de videovigilancia que era fundamental en la operación policiaca.

Como en todo lo que hace este Ayuntamiento hay intereses financieros por debajo de la mesa.

En marzo el diputado de Morena Iván Herrera Villagómez subió a tribuna para acusar la opacidad de Rivera Pérez al otorgar un supuesto contrato para el retiro y revisión de mil 600 cámaras de videovigilancia.

Rivera firmó un contrato con la empresa Atria Solutions para que se revisaran las ventanas, pero hasta el momento no ha presentado informe oficial alguno.

Lo que hizo fue dejar sin videovigilancia cientos de puntos de la ciudad, solamente para favorecer a una empresa desconocida.

A ocho meses de distancia, el 17 octubre anunció una inversión de 50 millones de pesos para arcos de seguridad y cámaras. Pero nunca dijo cuánto le pagaron a Atria Solutions y qué hizo con las ventanas que retiraron.

Definitivamente Rivera Pérez no es un alcalde para tiempos violentos. Tal vez en la década de los 90 su estilo despreocupado hubiera encajado con una época serena.

Pero hoy Puebla está enfrentando las incursiones de cárteles del crimen organizado y el alcalde no sabe qué hacer. Y tampoco le interesa mucho.

Rivera no entiende la dinámica y la velocidad con que crecen las redes delictivas y cómo están arrasando con la vida de otras ciudades.

Sostener a El Leopardo es un error de no tardará en reconocer.

 

SE PUEDE CAMBIAR EL COLOR DEL GAFETE, PERO NUNCA LA GENÉTICA POLÍTICA

Corría abril de 2021, el arrogante y presuntuoso Ricardo Sheffield caminaba por la ciudad de León Guanajuato en busca de un cargo de elección popular. En un tianguis un mercader le soltó a bocajarro: “Usted es como los futbolistas que cada temporada se cambian de camiseta”.

Si hay algo que la sociedad repudia es el llamado transfuguismo; la tendencia a pasar de un partido político o de un grupo a otro. Algo que se ha convertido en hábito en la política actual.

Sin duda la sociedad reprueba esas prácticas.

Pero más allá del parecer ciudadano queda de manifiesto que un político jamás podrá cambiar su genética política, aunque cambie de partido; es decir, aunque cambie el color de su gafete.

En cada agente político hay toda una cultura en ocasiones familiar; en miles de horas de sobremesa fue forjando filias ideológicas; en su formación académica; en sus primeros años de ejercicio en la función pública.

Después puede cambiar el color del gafete o como dijo aquel tianguista, el color de la camiseta, pero en el fondo sigue siendo exactamente el mismo.

Porque la genética política no falla, nunca miente.

Pensar que en unos meses un agente político puede cambiar sus genes ideológicos es una lectura equivocada.

El elocuente periodista Rafael Cardona tiene una frase excepcional: “Cuando se quiere competir contra la realidad, la realidad siempre gana”.

Hoy frente a los hechos que presenciamos en Puebla conviene preguntar ¿cuál es la verdadera genética política de Guillermo Aréchiga Santamaría, de Francisco Romero Serrano o de Araceli Celestino Rosas?

Aunque cambiaron de gafete y juraron lealtad eterna, en unos meses nunca van a cambiar la genética conque se condujeron toda una vida.

Hoy que estamos en la antesala de un nuevo proceso electoral aparecen muchos personajes, aparentemente salidos de la nada.

Pero en absoluto. En realidad provienen de otras fuerzas políticas, de otras corrientes ideológicas. Algunos estuvieron hibernando por años, pero nunca han perdido su verdadera devoción por el PAN o por el PRI.

Ahora en un mero chambismo se ponen el gafete de Morena y lo besan como si fuera su escapulario. Estamos ante un gigantesco espectáculo de simulación.

Ignorar la genética política es abrir la puerta a las traiciones.

Que tarde o temprano ocurren.

 

FELIPE PATJANE TRES AÑOS TRAS LAS REJAS.

La noche del viernes 15 de noviembre de 2019 un convoy de camionetas de la Fiscalía General del Estado de Puebla llegó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).

De inmediato agentes de la Policía Ministerial y de la Fiscalía Anticorrupción se dirigieron a una sala en especial.

En ese momento el alcalde de Tehuacán Felipe Patjane Martínez esperaba un vuelo a Estados Unidos.

Sabía que su libertad pendía de un hilo y se estaba fugando del país. Pero como en todas sus acciones dejó numerosas huellas.

Al día siguiente el edil fue trasladado al penal de Tehuacán donde radican los procesos que se le siguen. Aún en el reclusorio gozaba de algunos privilegios e incluso un custodio lo vigilaba de manera permanente para que no fuera agredido por otros reos.

Pero la pésima y hostil actitud de sus allegados hizo que Felipe fuera trasladado al penal de Tepexi de Rodríguez.

En unos días se cumplirán tres años de su reclusión y no tiene para cuando resolver las numerosas acusaciones en su contra.

Pero este es otro ejemplo de la genética política.

En los primeros meses de 2018 Felipe Patjane iba todos los lunes a las reuniones del Partido Acción Nacional y de manera especial acompañaba las visitas de Martha Erika Alonso.

Pero los días sábado cuando llegaba a Tehuacán el precandidato Miguel Barbosa entonces se exhibía en las reuniones de Morena.

Bajo la mesa siempre aplaudió las aspiraciones del clan Moreno Valle y luego de la caída del Agusta se fue a poner a las órdenes de Alejandro Armenta.

En realidad, en la privacidad de su recámara, en su “íntima intimidad” Patjane nunca creyó que Barbosa Huerta pudiera llegar a la gubernatura.

Siempre fue un panista de closet e hizo una planilla con recomendados de ex presidentes municipales del albiazul.

Encabezó una gestión rapaz, salvajemente voraz como no se ha visto otra y ahora enfrenta las consecuencias de sus actos.

Es otro claro ejemplo de que la genética política no falla, nunca miente.

Nunca.

Como siempre quedo a sus órdenes.

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