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jueves, abril 25, 2024

El sueño de Kepler

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La literatura es aquel ámbito donde todo es posible, incluso el viaje a otros mundos, sin necesidad de movernos. “Vámonos inmóviles de viaje”, propuso Xavier Villaurrutia en su poema “Lugares”.  

Desde tiempos remotos hay indicios luminosos, algunas alegorías prometedoras y una probable literatura del cosmos en autores como el escritor griego satírico, Luciano de Samosata (hoy Samsata, en la actual Turquía), quien vivió en el siglo II de nuestra era.  

Luciano escribió un “viaje fantástico” bajo el título de Una historia verdadera, advirtiendo al lector que estaba tratando de anticipar cómo podría ser un futuro distinto al presente, a diferencia de los supuestos viajeros que en esa época solo deseaban vender sus relatos absurdos. Luciano satirizó a los magos y charlatanes populares de su tiempo.  

Puede considerársele el padre del género de anticipación, quizás con los antecedentes vagos de Ezequiel y sus visiones místicas sobre objetos y seres vivientes, semejantes a humanos, venidos de otra parte, así como de Platón y sus sueños sobre la existencia de la Atlántida en obras como Crimias y Timeo 

Hasta donde sabemos, el primer relato de una proto ciencia ficción lo escribió Johannes Kepler alrededor de 1623, si bien la edición original es de 1634. Su intención no era hacer literatura, sino utilizar este medio para exponer su geografía de la Luna y pasar de contrabando conceptos copernicanos que fundamentalistas católicos y luteranos por igual consideraban una abominación. 

Redactado en latín, Somnium (El sueño) cuenta las cuitas de un tal Duracotus, nativo de Islandia, quien ha ido a estudiar astronomía con el célebre Tycho Brahe y a convivir con sus alumnos (el mismo Johannes Kepler fue el más destacado de ellos) en el legendario observatorio de Uraniborg.  

A su regreso, Duracotus se reencuentra con su madre, una yerbera y maga de la región que aprecia el conocimiento científico, si bien ironiza acerca de su viaje al reino danés, pues lo ve desmejorado cuando lo mira aparecer. Vale la pena aclarar que la propia madre de Kepler era experta en herbolaria. 

Kepler no es particularmente burlón, como Luciano; se dedica más bien a describirnos las dificultades de viajar fuera del planeta y la geografía del mundo que su personaje visita, una isla llamada Levanis.  

No obstante, en algún momento no resiste la tentación de advertirnos, a través de la mamá de Duracotus, que la ruta hacia allá no siempre está abierta y que, de hecho, es muy difícil y peligroso transportar seres humanos de ida y vuelta a la Tierra. La mujer aclara que tienen prohibida la entrada los burócratas, los obesos y los afectados, hoy diríamos, los esnobs.  

Los únicos que podrán entrar son aquellos que conozcan la vida austera. De hecho, quienes mejor se adaptan al viaje, afirma la hechicera, son las mujeres de edad, acostumbradas a vivir duramente. De manera sardónica, asegura que ninguna alemana conseguiría emprender el viaje, quizás sí algunas españolas enjutas. 

Por su parte, el canijo Hercule-Savinien de Cyrano, quien adquirió notoriedad bajo el seudónimo de Cyrano de Bergerac, concibió dos relatos, Historia cómica de los estados e imperios de la luna, e Historia cómica de los estados e imperios del sol, publicados de manera póstuma entre 1657 y 1662. En ellos Cyrano no solo se muestra como un transgresor del espacio social, sino del espacio sideral, cuyo propósito es reflexionar sobre lo que ha visto y vivido y, al mismo tiempo, hacer escarnio de sus contemporáneos.  

Y lo hace ajustándose a la verosimilitud que permitía la ciencia de su época. No elucubra sin ton ni son, procede buscando un asidero real. En el primero, conocido en español como El viaje a la luna, describe un periplo a nuestro satélite natural en un cohete de varias fases y se refiere a una especie de ingravidez, antes de que Newton enunciara su famosa ley al respecto.  

Cyrano se convirtió en un difusor de las nuevas teorías y su sensibilidad literaria lo llevó a imaginar artefactos como el fonógrafo y a anticipar ideas sobre la estructura atómica de la materia. 

Al igual que Voltaire hizo con su relato Micromégas, Cyrano se sirve de la fantasía a fin de describir todo un sistema social lunático, a manera de divertimento. Empeñado en escandalizar a los representantes de la Iglesia, propone la aparición de la vida en el cosmos por sí sola, en pleno siglo XVII.  

También se encuentra con los fantasmas de los filósofos Sócrates y Descartes, con quienes debate sobre la naturaleza de la Tierra y el Universo, y es perseguido por sus ideas subversivas acerca de la autoridad, la religión y la sociedad. La sátira evidente con la que retrataba su propio mundo hicieron de esta obra su creación más provocadora.  

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