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Puebla
jueves, abril 18, 2024

A dos cuadras de la felicidad

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Siempre que estamos cerca, muy cerca, descubrimos muchas cosas, entre ellas, el mole poblano de guajolote. La tía Julia, hermana del párroco de la iglesia de San José, estaba quitada de la pena rezando, repasando su receta del mole poblano, aprendida de las monjas del Convento de Santa Rosa.  

Absorta en su mirar al altar, se sobresaltó; dos ojos la miraban dulcemente, mientras su hermano hablaba con mi tío Pedro Toscano, recién egresado del seminario. Él, que sólo había mirado a la virgen María en sus rezos, se transportó al cielo mirando a Julia. 

Pronto contrajeron matrimonio. Mi mamá fue a vivir a su casa cuando tenía 10 años. La tía Julia la quería mucho, juntas repasaron infinidad de veces la receta del mole poblano: chile pasilla –que no se te olvide–, chile mulato, chile chipotle, chile ancho, ajo, cebolla, semilla de cilantro, clavo, almendras, tortilla frita, sal, pan duro frito, canela, ajonjolí, plátano macho, anís, cacahuate, galletas, chocolate y pasas, parece que no se nos olvida nada. Aun a la fecha hay variación en los ingredientes. 

El tío Pedro era director del Hospicio de Puebla; todavía tuvo que ver con la reconstrucción del edificio. Él le platicaba a mi mamá que su paisano, el general Porfirio Díaz, rescató el edificio a bala y sablazos, que también a bala y cañonazos, los franceses lo tomaron en el estado de sitio de Puebla de 1863. 

Ah! Qué rica comida, exclamó el teniente Romigñon, -Y qué hermosas muchachas. En Jalapa recibieron a la armada francesa con fiestas y comida afrancesada, las recetas francesas eran muy gustadas en Puebla; muchos de esos soldados ya no regresaron a Francia, se casaron con muchachas bonitas, otros murieron en las calles y fuertes de Iturbide. Jean Meyer tuvo la iniciativa de investigar la correspondencia de los soldados y oficiales franceses. Escritas a sus familiares, sorprenden algunas de sus cartas. Su enojo y molestia contra los clérigos, que llenos de hijos y de hipocresía, negaban auxilio a los niños y mujeres hambrientas, a otros les parecía que Puebla era todavía medieval, con ranchos y haciendas muy distantes, les llamaba la atención las construcciones paganas. 

Cuando mis padres se casaron hubo una gran cazuela de barro, donde el mole poblano de guajolote se servía casi hirviendo, arroz, tortillas de comal y tamales de masa con frijol, de hoja de maíz. La tía Julia y el tío bailaron el vals con ellos. 

*Ingredientes de oídas de mi hermana Toña. 

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