Herculaneo, un poblado cerca de Nápoles, fue cubierto totalmente por la ceniza y lava volcánica durante la erupción del Vesuvio en 79 de nuestra era. Si bien pequeña en comparación con Pompeya, aquella ciudad era más culta, rica y refinada que ésta. En 2020 un grupo de investigadores realizó un hallazgo sensacional. Encontró en el dormitorio del Colegio el cuerpo, más o menos conservado, de un joven escolapio mientras dormía.
Esto, de por sí sorprendente, no tiene nada de extraordinario. Lo insólito fue descubrir que su cerebro no había sido devorado del todo por el material incandescente, piroplástico, sino que, en un rarísimo evento fisicoquímico natural, trozos del tejido blando sufrieron un instantáneo proceso de vitrificación, convirtiéndolo en cristales retorcidos, negros, hasta de 2 centímetros de longitud, la mayoría milimétricas y finas agujas que alguna vez sirvieron para pensar y sentir.
Ya en el siglo XVII se descubrieron pergaminos parcialmente carbonizados en casas y edificios públicos de dicho villorio, pero nadie supo cómo tratarlos para revelar su contenido, hasta hoy, pues gracias a una acertada combinación de micro–tomografías tomadas por computadora y el adiestramiento de redes neuronales (IA) se ha comenzado a conocer secretos que el azar le negó a los ríos de lava y a las nubes de ceniza.
Cuando uno se entera de estos logros, mira con entusiasmo el progreso tecnológico, pero cuando escuchamos los pronunciamientos y argumentos razonados de otras comunidades afectadas, ya no estamos tan seguros. ¿Está destruyendo la IA el lado creativo del arte? ¿Tendremos que redefinir nuestra idea de lo que significa ser imaginativo? ¿La huelga de trabajadores de Hollywood de 2024 fue un desesperado intento de tapar el sol con un dedo? Un año después el enemigo artificial obtuvo premios aquí y allá, entre ellos dos estatuillas Óscar.
Hoy todo parece hallarse asistido por IA, ¡hasta un simple cepillo de dientes presume de estar mejor entrenado que uno para tratar nuestra dentadura como se debe! Los excesos del mercado espantan a mucha gente dispuesta a creer que esta nueva herramienta ha invadido el espacio público y no tardará en esclavizarnos, si es que no lo ha hecho ya.
El temor al doble filo implícito en la tecnología es tan antiguo como el invento de la rueda. Algunos imaginaron varias formas de usarla para vivir mejor; otros, maneras de pasar por encima del prójimo. Existen personas restringiendo sus cuentas en redes sociales, pues algunas herramientas de IA (reconocimiento facial) se han usado para violentar su intimidad y robar su identidad. Al mismo tiempo, tales herramientas han servido a investigadores para descubrir las personalidades falsas de defraudadores.
Como todo lo humano, las modas y tendencias van y vienen. Nos inclinamos a seguir e imponer gustos, estilos, actitudes que, tarde o temprano, otros considerarán anticuados, equivocados, e intentarán revertirlos. Así, abrumados por la tecnología vanguardista, cada vez más personas prefieren un teléfono básico con apenas correo electrónico, libre de la marejada de aditamentos digitales, distracciones que han llevado a muchas personas a perder atención e ignorar la realidad circundante, en particular los más jóvenes. Ejemplo es el absorbente juego de Nintendo, Minecraft, la fascinación de millones de niños desde hace décadas, pues apela a nuestro atávico deseo de construir, pero sin realizar mayor esfuerzo físico que el de nuestra mente al intentar controlar con los dedos un mundo de fantasía.
Se pronostica el prematuro ocaso de los influencers, si bien el daño que han hecho puede ser irreparable en muchos casos. No es exagerado afirmar que su culto a la banalidad, la fragmentación, la velocidad de sus clips está generando cerebros vítreos (algunos los llaman cerebros Tik Tok) de chicas y chicos que terminan destruyendo su autoestima, y caen en estados de abulia y depresión. No hay tiempo para pensar o reflexionar, solo la compulsión de reír y maravillarse con el siguiente asunto intrascendente en el cristal de la pantalla.
Lo mejor de Tik Tok, Instragram y otras redes digitales aparece cuando el animador genera contenido a partir de un asunto, no importa si se trata del siguiente truco para saltar la cuerda o de un sesudo concepto científico. Los humanos, al igual que muchas especies, nos nutrimos de proteína corporal y contenido intelectual; languidecemos cuando nos dan gato por liebre y descubrimos que se trata de una farsa. Las herramientas no están podridas por sí mismas, es la manera como las manipulamos donde radica su valor positivo o nefasto.
Sabemos bien que entre el momento en que saltamos a la vida y los seis años de edad resulta muy peligroso permitir que una niña o niño abandone el mundo real y se sumerja en un ámbito bidimensional donde su interlocutor es una pantalla plana. Para los mayores el panorama es poco halagüeño. No en balde la frase emblemática de 2024 entre los adolescentes británicos, según el Diccionario Oxford, fue “brain rot”, cerebro podrido o, dicho de otra manera, “azotea achicharrada por el sol de Tik Tok”.